Hoy es el domingo al que hemos de saludar con énfasis y, si no estuviese casi prohibida, con la Marcha Real.
Domingo de ilusión complacida, consabida y exacta. Los Reyes Magos, a los que tan poco aprecio hemos hecho en estas ‘entrañables fiestas’, han ganado la partida al tío de las barbas y siguen atiborrando la noche inquieta de la ilusión, con más ilusiones y más duermevelas.
Domingo al que ya hemos perdido de vista al rey Baltasar y ya sabemos que un tiempo nuevo está por venir y el verdadero gozo está por llegar.
Las tardes se notan y cada vez más cierta y más segura aparecerá la vira de oro por donde vendrá Jesús Nazareno. Esa es otra historia que también me enseñaron en mi infancia y adolescencia, por cierto, con gran escándalo de la clerigalla de entonces y me temo que la de ahora. Pero el mismo desdén que sentí por la de antaño –me refiero a la clerigalla– siento por la de hogaño.
A lo que iba: Conviene insistir que somos mucho de los Reyes Magos. En estos tiempos de tribulación, en los que nada será igual, se pongan como se pongan los aurúspices municipales, aprovechateguis y espesos, bueno es reivindicar lo que creemos.
Yo creo en los Reyes Magos. Hay que trompetearlo porque si no, los partidarios del tío de la barba nos ganarán la partida y ya sabemos que esas gentes son más peligrosas que Nerón con un mechero.
Hoy domingo de Reyes, la ilusión se ha consumado. Eso es bueno. Que cristalizemos todas nuestras ilusiones y todas nuestras luchas diarias en una hora de paz y bienaventuranzas. A veces vamos por la vida más agobiados que el catequista de Pablo Iglesias y no nos damos cuenta de las alegrías y añoranzas que nos dejan los Reyes Magos.
Para llegar a este aserto no es necesario tener una cabeza para llevar tres gestorías, ni poner esa cara triste, Viernes Santo por la tarde, esa cara que es más triste que una pecera de mejillones.
Domingo de ilusión ya compartida y consumada. Como dije antes, ya nada será igual, porque un año habrá venido y otro habrá quedado atrás.
Hoy es domingo y estoy seguro que ya no será un domingo aburrido y triste, con esa jindama de la media tarde pensando en el lunes. Digo esto porque a mí, la tarde de los domingos me produce más aburrimiento que a un ateo viendo las procesiones en la Avenida.
¡Domingo de Reyes! Cada hora repasando poco a poco las ilusiones que nos han dejado, los cuentos recitados, las alegrías puestas, el mundo por compartir...
Nada de esto nos lo dará el tío del bigotes por mucha cantinela con la que nos machaca el ‘cortinglés’ y las radios, y las televisiones y la prensa escrita y las denominadas redes sociales.
Hoy los Reyes nos habrán puesto millones de regalos pero, sobretodo, millones de promesas hechas, flor, campana y aroma. La flor de la elegancia, la campana de la alegría, el aroma puro y limpio de la verdad.
¡Felices Reyes!
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