El exministro de Gobernación del primer Gobierno de Adolfo Suárez sostiene que la reforma constitucional pide “una complicidad” entre PSOE y PP como existió en 1977.
“La Transición española no fue un milagro y sí fue una reforma política ‘made in Spain”. Así comenzó su discurso el exministro de la Gobernación, Rodolfo Martín Villa, en el primer Gobierno de Adolfo Suárez que ayer ofreció una conferencia a propósito de la Transición en España con motivo del Curso de Verano de Melilla que se está desarrollando esta semana en el Salón Dorado de la Ciudad Autónoma. Precisamente, “la complicidad” y “el deseo de entenderse” que predominó en esos años de reforma política, siempre liderada por el Rey Juan Carlos I, son los ingredientes clave que, hoy día, deben tener en cuenta nuestros gobernantes “para afrontar grandes proyectos como la reforma de la Constitución pero siempre se vive con esa esperanza”.
No es fácil abordar un periodo tan denso como fue la Transición española, por ello, Martín Villa dejó claro en su ponencia algunas conclusiones que, 30 años después, los acontecimientos se pueden ver con perspectiva. Sin embargo, si la reforma política era la misión del Gobierno de Adolfo Suárez ésta no estuvo exenta de momentos que hicieron peligrar ese proyecto. Así, el exministro recordó que la última semana de enero de 1977 fue especialmente dura para “un Gobierno que trajo la democracia pero que no era democrático”. Y es que, en cuestión de una semana, se sucedieron una serie de atentados de ETA, del GRAPO y del MPAIAC (Movimiento para la Autonomía e Independencia del Archipiélago Canario), así como los secuestros de la segunda banda terrorista del teniente general Villaescusa y el del presidente del Consejo de Estado, Antonio de Oriol, que finalizó con la liberación de ambos por la policía, y con la llamada Matanza de Atocha con el asesinato de siete abogados laboralistas del Partido Comunista Español (PCE).
Una “semana negra” que sí hizo pensar a los dirigentes de la época que la reforma política podría correr peligro. Sin embargo, la Transición española “no fue un milagro”, según explicó Martín Villa, pues desde antes de la muerte de Franco “se había producido un cambio social. Había una sociedad española pujante y moderna que, en cambio, convivía con otra que no estaba modernizada”.
Dos generaciones encontradas
Aún así los grandes protagonistas de la Transición fueron también heredados de la época inmediatamente previa a la Guerra Civil, esto es, el PSOE y el PCE con el surgimiento ya en los años 60 de “una generación de jóvenes reformistas del franquismo que l ideraba Adolfo Suárez”, matizó. Los cabezas visibles de ese proceso reformista y en un momento excepcional en el que “el Rey no sólo reinaba sino que también gobernaba”, Martín Villa destacó a Adolfo Suárez, Manuel Fraga, Felipe González y Santiago Carrillo.
En este sentido, Martín Villa puntalizó que en la reforma política “fuimos especialmente cuidadosos en dar el cambio menos revolucionario de un régimen dictatorial a uno democrático sin romper la legalidad”. Una reflexión de la que se colige, 30 años después, que “el proceso ni fue una chapuza ni estuvo improvisado. Sabíamos de dónde partámos y a dónde queríamos llegar. Únicamente los acontecimientos hacían cambiar los ritmos del cambio pero no en su esencia”.
“El deseo de entendernos”
Así, la reforma política fue un producto ‘made in Spain’ pues, según aclaró Martín Villa, la presión internacional no fue clave en el proceso reformista ni siquiera en la legalización del Partido Comunista como se pueda pensar. “La idea de lo europeo era, para los españoles de esa nueva sociedad moderna y pujante, el deseo de entrar en un mardo de democracia y libertades más que de un mercado económico”, argumentó el exministro.
Es por ello que “el deseo de entendernos” hizo posible y condujo al éxito la Transición española pues, tal y como rememoró Martín Villa, “se produjo un encuentro de extraordinarios frutos entre los veteranos republicanos antifranquistas con jóvenes reformistas del franquismo que tenían experiencias diferentes. Unos asistieron al fracaso de la República y una Guerra Civil y los otros no habían vivido ninguna de estas”.
Por último, matizó que la reforma salió adelante también gracias a las reuniones con los cardenales españoles para propiciar una amnistía, teniendo en cuenta el papel político que jugó la Iglesia en la etapa anterior, así como paliar “el problema militar” pues que los militares tuvieran vocación política “era visto con naturalidad” y ello podría obstáculos a la reforma como así pasó con la legalización del PCE “pero finalmente aceptaron el motor del cambio que era el Rey y aceptaron al Gobierno designado por él”. Todo ello hizo que el primer gobierno democrático de España naciera sin presos políticos ni exiliados por primera vez en 200 años.