El nuevo ministro de Exteriores del Gobierno de PSOE-UP, José Manuel Albares, aprovechó su toma de posesión para mandar un saludo cordial a Marruecos, “el gran amigo y vecino del Sur”, dijo.
El ministro se estrenó apoyando tibiamente las manifestaciones en Cuba y dijo que la isla caribeña entra entre sus grandes objetivos: normalizar las relaciones con Rabat, potenciar España como destino seguro y estrechar lazos con Estados Unidos.
Albares no ha perdido tiempo y ha hecho un guiño a Mohamed VI, anunciando que, fiel a la tradición diplomática española, empezará por Marruecos su primera visita oficial como ministro para intentar calmar los ánimos después de tres meses de puentes rotos entre los dos países.
En Marruecos gustó la destitución de Arancha González Laya y los rumores apuntan a que ellos también cambiarán a su embajadora Karima Benyaich, aquella señora que renunció a la nacionalidad española y que en tono amenazante recordó a nuestro país, tras la llegada de Brahim Ghali a Navarra, que todo acto tiene consecuencias. A la diplomática marroquí sólo le faltó simular con un dedo que nos degollaba.
Ahora hace falta ver cómo reciben a Albares en Marruecos porque en Palacio preferían al ministro de Agricultura, Luis Planas, que fue embajador en Rabat entre 2004 y 2010 y entre 2010 y 2011 fue embajador representante permanente de España en la Unión Europea. Les venía de perlas ahora que los agricultores del Levante español, especialmente los de Almería, exigen la revisión del acuerdo para la importación en la UE del tomate marroquí, alegando fraude en el pago de aranceles en España y Francia e incumplimiento de medidas de cooperación.
El ministro Albares tiene ante sí el reto de recomponer unas relaciones rotas. No se trata de un distanciamiento sin más sino de intentar sentarse a la mesa con quien se empeña en darte la espalda.
Marruecos dejó claro que quemaba los puentes con España no por la acogida de Brahim Ghali sino por la negativa de nuestro país de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara. ¿Ha cambiado nuestra postura al respecto?
En Rabat se vinieron arriba con el apoyo de Trump a su causa, pero ahora tienen a Biden “decepcionado” por las detenciones, juicios y encarcelamientos de periodistas como Souleiman Raissouni, condenado a cinco años de prisión por un supuesto delito sexual, según publicó El Confidencial.
Ellos cortaron por lo sano con España porque si tienes a Estados Unidos de tu lado, no te hace falta nadie más. Pero se les olvidó que EE.UU., con todos sus defectos, es una democracia consolidada y no admite que se pasen por el forro de la chilaba los derechos humanos.
Hoy Marruecos no tiene voz en Europa porque España era su voz y sus ojos. Nos necesita tanto como nosotros a ellos. Por eso es tan necesario cerrar estas heridas, pero no poniendo un parche sino amputando lo que haya que amputar y reconstruyendo lo que pueda ser reconstruido.
Ahora bien, una cosa es tener buena voluntad y otra cosa es ponerse baboso y referirse a Marruecos como “gran amigo y vecino del Sur”. A ver, suena demasiado rimbombante. Incluso falso. ¿Estos canallas intentaron invadirnos y ahora vamos y les decimos que son nuestros grandes amigos? No, no lo son. Marruecos es un gran socio comercial. Se le puede tratar de aliado, pero no es ni nuestro gran amigo ni el enemigo a batir.
Yo creo que, diplomacia aparte, hay que tener dignidad. Marruecos nos cerró la Aduana de Melilla y nos invadió Ceuta. Esto no puede ser borrón y cuenta nueva. Hay que recomponer las relaciones; dar marcha atrás a la decisión unilateral de prohibir las importaciones desde nuestra ciudad y no renunciar a nuestra entrada en la Unión Aduanera. Una cosa es reconstruir puentes y otra, muy distinta, es ponerles alfombra roja y darles una palmadita en la espalda para que sigan yendo a más.
Pero no es Marruecos el único que tiene que hacer gestos. También en Melilla tenemos que cambiar el chip y respetar a los marroquíes que entran por la frontera y que vienen a esta ciudad a gastarse su dinero. Hay consenso en que nuestros comercios los necesitan. Sin ellos, esto se muere porque los melillenses seguimos creyendo que la ropa de Zara que compramos en Málaga sienta mejor que la que te compras en la Avenida.
La pandemia nos ha demostrado que con la frontera cerrada sigue habiendo delincuencia en esta ciudad. Culpar a los marroquíes de nuestros males no es la solución. Hay que buscar la manera de ayudar a Nador con la vacunación, como hizo Estados Unidos con Tijuana. Aquí no se trata de vacunarnos nosotros sino de vacunarnos todos para evitar que el virus mute y nos mate a los que sí y a los que no.
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