La llegada de inmigrantes a Melilla ha caído en picado de enero a junio de este año. Detrás del descenso del 5% en las llegadas por vía terrestre y del 75,5% por vía marítima están las macro redadas que las Fuerzas Auxiliares Marroquíes llevan a cabo habitualmente en el monte Gurugú, asegura a El Faro un abogado melillense vinculado a la defensa de los derechos de los extranjeros.
Según recoge la revista 21, de corte cristiano, en febrero pasado Marruecos detuvo a 1.200 inmigrantes subsaharianos acampados en las montañas de Nador, en las inmediaciones de Melilla.
Este desalojo tuvo lugar coincidiendo con la visita de los Reyes de España a Rabat, junto a una delegación de ministros de Pedro Sánchez, en la que se hizo alusión al compromiso europeo de incrementar en 140 millones las ayudas a Marruecos para la lucha contra la inmigración irregular.
La estancia irregular es delito en Marruecos y la Ley de Extranjería 02-03, vigente en el país vecino, establece que los inmigrantes en situación irregular deben ser trasladados a la frontera con Argelia o en el desierto y abandonados allí a su suerte.
Fue lo que le ocurrió a los 1.200 inmigrantes desalojados en febrero del monte Gurugú que, según la ONG Gardem tuvieron “un destino desconocido”, afirma el reportaje de la revista 21.
Ya en su informe del año 2016, el Servicio Jesuita a Migrantes advertía de que Marruecos está vulnerando los tratados de respeto a los derechos humanos que ha suscrito como la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y la Convención sobre el estatuto de los Refugiados y su Protocolo. Sin embargo, Europa sigue considerando que tanto Marruecos como Libia son países seguros a los que devolver migrantes que entran de forma irregular en el espacio Schengen.
El Servicio Jesuita a Migrantes recalca que las autoridades marroquíes continúan cometiendo vulneraciones de derechos humanos “lacerantes” en Nador, sobre todo, contra los migrantes subsaharianos asentados en el monte Gurugú, que viven de las limosnas y de las ayudas que les ofrecen algunas ONGs.
Desde las montañas planean los saltos a la valla de Melilla. En los campamentos, los voluntarios de las ONGs españolas encuentran caras conocidas cada vez que van a visitar la zona. Para algunos, se trata de los contactos de las mafias. Para otros, de informantes de las policías española y marroquí. Por este último argumento se decanta un defensor de los derechos de los inmigrantes en declaraciones al diario El Faro.
Malienses entrevistados por la revista 21 aseguran que las Fuerzas Auxiliares de Marruecos se dedican en los últimos meses, “casi en exclusiva”, a desmantelar los campamentos de subsaharianos que están a la espera de saltar la valla.
Según explican, les echan para atrás en cuanto intentan acercarse a la doble alambrada. Éste es quizás el motivo principal por el que se ha registrado un descenso tan pronunciado en las llegadas de inmigrantes a la ciudad.
En el descenso pronunciado de la llegada de inmigrantes a Melilla no sólo influyen las macro redadas organizadas por las Fuerzas Auxiliares de Marruecos sino también los precios que las mafias están pidiendo a los inmigrantes por subir a una patera. En los últimos dos años se han triplicado al pasar de 1.000 a 3.000 euros. Para conseguir ese dinero, los inmigrantes subsaharianos que no tienen un familiar en Europa que les ayude económicamente se marchan a Rabat a trabajar en la construcción o aparcando coches. Las mujeres tienen menos donde escoger: o la prostitución en Marruecos o ponerse a disposición de las mafias que se dedican a la trata con destino a la prostitución en España. El Informe Sacar del Laberinto 2018, del Servicio Jesuita a Migrantes, señala a Melilla y Baleares como los dos puntos de España, en los que más creció la inmigración irregular en 2017. Ese año llegaron 29 pateras con 681 inmigrantes a la ciudad y otros 4.231 arribaron por vía terrestre. En total, casi 5.000 migrantes entre una y otra. Eso es más del doble de lo registrado en el mismo período en Ceuta (2.309) y en Canarias (425). Aunque parecía que la inmigración iba a seguir creciendo este año 2019, las cifras de llegadas a España cayeron a partir de febrero, coincidiendo con la visita de los Reyes a Rabat. Así, por ejemplo, en el primer semestre de este año sólo han arribado a Melilla 50 pateras frente a las 269 que lo hicieron en el mismo período del año pasado. Es cinco veces menos. Por vía terrestre también han disminuido las llegadas aunque de forma más discreta. Hablamos de una bajada del 5%. Llama la atención que ni Guardia Civil, ni Policía Nacional ni Frontex controlan el perfil del inmigrante subsahariano que salta la valla. Desde el CETi reconocen que son muy jóvenes, de unos veintitantos años; con un nivel cultural bajo o muy bajo y que en sus países de origen han estado vinculados a los servicios o la agricultura. Pero a nivel estadístico no se diferencian de quienes entran en doble fondo. Para defensores de los derechos de los extranjeros ésta es la prueba de que la los saltos a la valla tienen una función propagandística y no son una amenaza real.
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