El Gobierno español ha convocado de urgencia a la embajadora marroquí, Karima Benyaich, para pedirle aclaraciones sobre las declaraciones del primer ministro marroquí, Saadeddine El Othmani, que aseguró en una entrevista con el periódico Acharq que está listo para discutir con España sobre Ceuta y Melilla, dos ciudades que él considera marroquíes.
España no se anduvo por las ramas y llamó a consultas a Beyaich. No cabía otra reacción y los melillenses nos habríamos sentido avergonzados si se hubiera optado por la nota diplomática, como aquella que el ex ministro José Manuel García-Margallo dice que envió a Rabat después de que la Marina Real marroquí asesinara a Emin y Pisly, en Punta Negri, el 27 de octubre de 2013.
Medios internacionales como Euronews se han hecho eco de la reacción de España, refiriéndose al ataque marroquí a la soberanía de Ceuta y Melilla como “tema tabú” para el Gobierno español. No entiendo el dardo en la palabra. Tabú debe ser para Francia hablar de la soberanía de la Isla de Reunión, que fue ocupada en 1638. Según los historiadores, los árabes llegaron a esas tierras en el siglo X. Pero Melilla nunca ha sido marroquí. Aquí se habla español desde hace más de cinco siglos, mucho antes de que Marruecos se formara como estado, tras el fin del Protectorado francés y español en 1956.
Las ciudades autónomas llevan años siendo atacadas. Ahora habrá quién se lleve las manos a la cabeza, culpando a Pedro Sánchez del ataque frontal, pero la invasión de la tierra de nadie no es nueva. Tanto PSOE como PP la han tolerado. Todavía recuerdo aquella foto de Fernández Díaz, el exministro del Interior envuelto en el caso Kitchen, saludando al jefe de la frontera marroquí. Prácticamente le dio las gracias por meternos al Ejército marroquí en nuestras narices, en la tierra de nadie que ellos no respetan y consideran que es parte de su territorio.
Somos nosotros con nuestras ganas legítimas de no buscar la confrontación, los que hemos permitido que durante años los medios de prensa marroquíes se refieran a Melilla y Ceuta como ‘ciudades ocupadas’. Sí, somos ocupadas por la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos. Bendita ocupación.
También ha aclarado Euronews que para todos es sabido que el Rey Mohamed VI, de Marruecos, lleva personalmente el tema de las relaciones exteriores de su país. Esto lo ha dicho Othmani, porque le tocó, pero el autor intelectual es Mohamed VI.
Hasta ahora parecía que no iba a dar continuidad al ansia anexionista de su padre, pero en este momento en que tiene el país al borde de una primavera árabe, necesita agitar el nacionalismo y el odio anticolonialista para desviar la atención.
Esto es una puñalada trapera que no podemos permitir a nuestro socio económico y principal emisor de migrantes a las Islas Canarias. No se nos olvide que la mitad de los 20.000 migrantes que han llegado este año son marroquíes.
Tampoco podemos ignorar el ataque a las aguas territoriales canarias. La escalada ha ido en aumento. Y espero que todo esto no nos coja con el Ejército bajo mínimos en las islas y peñones de soberanía española en el Norte de África. Son capaces de ocuparnos una y plantarnos una bandera marroquí, como en su momento lo hizo el ya extinto y desanimado Comité de Liberación de Melilla y Ceuta.
No podemos olvidar que cuando Said Chamtri, uno de los cabecillas de este grupo antiespañol, fue encerrado en prisión, él intentó defenderse para evitar la cárcel, diciendo que había cometido sus delitos (ataques a las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado españolas) desde una zona internacional y neutral: la tierra de nadie. En su momento, el juez marroquí que llevó su caso rechazó su defensa y apelación argumentando que la tierra de nadie es Marruecos, de la misma manera que lo son Melilla y Ceuta.
Esa falta de respuesta del Gobierno español nos ha llevado a escuchar ahora, de boca del primer ministro Othmani, que somos marroquíes.
Ya, desgraciadamente (y por responsabilidad sólo suya), no está Don Juan Carlos I para mediar en el conflicto con Marruecos y mucho me temo que el Rey Felipe VI no hará ninguna referencia en su discurso de esta Nochebuena al ataque llegado desde Rabat. Acató con obediencia la prohibición del Gobierno de visitar Melilla y Ceuta, ahora, un guiño, por discreto que sea, caerá en esta tierra como agua de mayo.
Creo que hemos dilapidado la herencia que nos dejó José María Aznar cuando sacó por la fuerza a los marroquíes de Perejil. En su autobiografía, el exministro de Defensa socialista José Bono asegura que aquel conflicto podía haberse resuelto tomando un té y unas pastas. Aznar sólo le recordó a Marruecos que tiene que respetarnos porque no está en condiciones de echarnos un pulso. ¿Lo está hoy?
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