Un estudio del Instituto Marroquí de Inteligencia Estratégica propone sustituir los ingresos perdidos en Nador tras el cierre de la frontera por la industria del cannabis. Ellos defienden que traerá prosperidad y empleo a la región. La pregunta es sencilla: ¿cuándo?
No hay que ser muy avezado para descubrir en ese documento reciente la criminalización de Melilla como responsable de la pobreza y las condiciones de trabajo infrahumanas de Barrio Chino. No falla. Es la estrategia de buscar un enemigo externo que ayude a sacudir la responsabilidad del Gobierno por ser incapaz de crear las condiciones adecuadas para encaminar a su pueblo hacia la prosperidad.
No vamos ni podemos lavarnos las manos. Aquí todos fuimos cómplices de lo que pasaba en la frontera. Los empresarios defendían su negocio explicando que ellos pagaban sus impuestos en el puerto y en Aduana y por eso decían que lo suyo no era contrabando sino comercio atípico. Todos sabemos que lo de "atípico" venía de las decenas, quizás cientos de trabajadoras, utilizadas como mulas de carga de bultos sin dar de alta en la Seguridad Social.
Pero no lo permitimos sólo nosotros. Marruecos también lo consintió porque del otro lado de la frontera todas esas porteadoras carecían de opciones mejor remuneradas que cargar fardos en Barrio Chino. Por eso lo hacían. Era el único medio de subsistencia que tenían. Y al final se pagaban cantidades escandalosas que incluso empezaron a atraer mano de obra de Melilla. Esos pasos fronterizos han dado mucho, mucho dinero a unos pocos.
Melilla no es la culpable, sino la que dio de comer a toda esa gente que no encontraba lo que necesitaba para cubrir sus necesidades básicas del otro lado de la frontera.
Pero es mejor acusarnos ahora de cambiar el etiquetado de los productos para meter yogures caducados en Nador. Como si no fuera más peligroso tenerlos, como los tienen en las tiendas de Marruecos, sin refrigerar. Pero la culpa de las intoxicaciones es de Melilla.
En todo caso, nos ha venido bien el cierre de los pasos fronterizos porque hemos acabado con algo que tarde o temprano tenía que acabar. Y me refiero al trasiego de fardos a hombros de las porteadoras.
Cerrar la Aduana comercial en agosto de 2018 demostró que Marruecos no sólo buscaba poner fin al contrabando sino también a todo tipo de intercambio comercial con Melilla. Fue un anticipo de lo que estaba por llegar.
Ahora nos sorprenden con la propuesta de convertir la industria de la marihuana en el motor económico de la región Oriental y, obviamente, en dolor de cabeza para nuestra ciudad, porque la droga siempre viaja desde donde hay permisibilidad hacia donde está prohibida.
Y ese camino clandestino no se hace sin delinquir y sin que florezca la corrupción, que ya existía en tiempo de los bultos, cuando los aduaneros marroquíes ponían la mano para llevarse mordidas de todo lo que entraba o salía de Marruecos. No perdonaron ni a los refugiados sirios que huían de la guerra en su país.
Todos sabemos que a un aduanero marroquí no había que insistirle mucho para que hiciera la vista gorda. Creer que ese mal endémico de los países pobres se acabó con el contrabando, es casi igual que creer que la marihuana acabará con la precariedad y convertirá a Nador, en una réplica de Riad.
Frente a quienes ven la 'maría' como la solución a todos los problemas del Rif, están los expertos que consideran que a la larga, la legalización del cannabis, se convertirá en un problema para la salud pública en la región y para la sobreexplotación de acuíferos, especialmente ahora, que estamos en sequía.
Este jueves Marruecos autorizó que el público vuelva a los estadios porque, según dicen, la pandemia ha remitido lo suficiente como para retomar la normalidad. Con los precios por las nubes, la gente necesita circo, porque el pan se encarece por la sequía, aunque el Gobierno marroquí ha salido rápido a explicar que garantizará la estabilidad de los precios con subvenciones.
Veremos a ver cuánto tiempo están dispuestos a mantener esas ayudas, especialmente ahora que con la invasión de Rusia a Ucrania, todos los mercados dan por hecho que se producirá una subida escandalosa del precio de las materias primas.
La guerra nos hará más pobres de lo que somos. No sólo a nosotros, los españoles, sino también a los que ya eran pobres antes de la guerra. Vienen tiempos difíciles y hay que estar preparados para lo peor.
En ese contexto, no veo el despegue económico de Nador en el corto plazo sobre todo porque el turismo porrero no es precisamente el que más dinero se deja. Para desarrollar la utilización del cannabis en la cosmética o la industria farmacéutica se necesita, ante todo, formación y eso no sobra del otro lado de la frontera.
En Melilla deberíamos prepararnos para que se impartan aquí las carreras que les ayuden a formar a los profesionales que necesitan para echar a andar el proyecto, que en ningún caso sacará a la gente de la pobreza de un día para otro. Aquí falta todavía dar mucho pico y palo.
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