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María Inmaculada atiende a 150 familias y tiene una larga cola de espera por la crisis

Las hermanas de María Inmaculada atienden actualmente a 150 familias, pero tienen una larga lista de espera. El cierre de la frontera ha provocado que muchas que dependerían de trasportar mercancía a Marruecos hayan perdido la fuente de sus ingresos y hayan tenido que acudir a este centro religioso a pedir ayuda. Muchas otras familias ya estaban en una situación complicada y la pandemia ha terminado de situarlas en una posición de pobreza.

La trabajadora social y las dos coordinadoras de la ludoteca Hermana Eucaristía, que también depende de esta entidad, son las encargadas de analizar la situación de las familias que acuden al centro. Ven si les pueden facilitar las ayudas de desayuno, vales de alimentos, productos de higiene o incluso las tres.

Las demandas van a más allá de solicitar alimentos, porque hay quien no tiene dinero ni para pagar medicamentos. También les han solicitado ayudas para abonar recibos de luz o comprar bombonas de butano e incluso han visto a familias sin colchones o armarios y han buscado la manera de ayudarlas. Han comprado hasta gafas para personas que realmente decían que no podían ver y es que necesitaban de esta ayuda.

Trabajar en pandemia

Las hermanas de María Inmaculada tuvieron que parar durante unas semanas en marzo del 2020. Fue algo inédito porque nunca cesan en sus ayudas a las personas más desfavorecidas de la ciudad. Pero el confinamiento impuesto ese mes impidió que durante unos días pudieran atender a estas personas de forma directa.

De hecho, en esos días de confinamiento la trabajadora social y las dos coordinadoras de la ludoteca Hermana Eucaristía fueron las encargadas de llamar por teléfono a las familias que ya formaban parte de la red de ayuda de la entidad para conocer cómo se encontraban y si les faltaba algo. Y si alguna de ellas demandaba alimentos, pues les desviaban al Banco de Alimentos ante la imposibilidad de ir ellas a cubrir esta ayuda.

Banco de Alimentos

Fue esta institución la que llegó a acoger a entre 30 y 40 familias de las que asisten las hermanas de María Inmaculada en aquellos días de confinamiento. Eran familias con cuatro o cinco hijos y sin recursos de ningún tipo. Si no hubieran contado con el respaldo de estas dos instituciones, no habrían podido salir adelante.

Una vez que contaron con el permiso para poder atender en persona a las familias, lo hicieron con todas las medidas de seguridad. La hermana Reyes explicó a El Faro que parecían “astronautas”. Pero con la furgoneta de María Inmaculada pudieron repartir los 40 desayunos que hicieron llegar a los domicilios. La conductora estaba separada de la trabajadora social, que era la encargada de dejar las cosas en la entrada de las casas.

Y en el hogar que tienen en el Monte María Cristina también seguían todas la normas de seguridad, desde uso de mascarilla, hidrogel y distancia social a la toma de temperaturas de las personas que llegaban para recoger alimentos a este centro.

Más que alimentos

Si la situación de pobreza de algunas familias era grave antes de la pandemia, después de los confinamientos muchos han dejado de tener los pequeños ingresos que podrían conseguir de trabajar unas horas en casas limpiando o de mover mercancía en la frontera. Esos días de confinamiento se quedaron sin nada.

Había familias que no solo necesitaban alimentos, sino que les pagaran el recibo de la luz, que compraran bombonas de butano e incluso medicamentos. Por ello, durante esas primeras semanas de la pandemia también tuvieron que atender otras demandas más allá de los alimentos. E incluso, repartieron mascarillas entre las familias, indicándoles cómo usarlas, y también gel hidroalcohólico.

Concienciar a las familias

Les tocó hacer una labor de educación y concienciación en esos minutos de atención a las personas porque no todas saben castellano y comprendían las normas y lo que pasaba. Había quien no le daba importancia y ellas insistían en explicarles el daño que estaba haciendo el virus y que era muy contagioso. A veces, hacían hasta un pequeño ‘chantaje’ con las familias que no se concienciaban. Si no llevaban la mascarilla, no les daban alimentos. Y es que muchas mujeres se ponían parte de su pañuelo sobre la boca, y las hermanas insistían en que eso no servía ni les protegía, que debían usar las mascarillas.

En marzo tocó también reinventar las clases de apoyo escolar que se dan en la ludoteca y las de los talleres a mujeres en la sede de María Inmaculada. La escuela infantil tuvo que cerrar sus puertas sin más. Y las clases de refuerzo educativo de los chicos y las de alfabetización de mujeres continuaron con los grupos de WhatsApp. Esto tenía la dificultad de que había solo un teléfono por familia y se tenían que sortear a quién le tocaba conectarse.

En esa época consiguieron a través de Bienestar Social que algunas familias contaran con una tablet, por lo menos para que los pequeños pudieran hacer los deberes del colegio. Y con este recurso se apañaba toda la familia.

El verano

En verano llegaron los campos de trabajo, aunque nada que ver con los de siempre.

Se dieron talleres a 80 niños pero a través de la valla de la casa de las hermanas y sin contacto físico con ellos. Se centraron en ayudarles a nivel escolar ya que las clases presenciales finalizaron en marzo y luego todo fue online. Los pequeños debían llevar echas las tareas que se camuflaban con juegos y siempre a través de la verja les entregaban esos ejercicios.

Con el inicio del curso escolar, la entidad llegó a repartir los paquetes de mochila, con estuche, cuadernos y lápices para que pudieran ir al colegio con un mínimo de materiales.

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