Bolingo es una palabra que significa ‘amor’ en el idioma lingala. Esta es la lengua materna de inmigrantes del Congo, uno de los muchos países de procedencia de las personas que llegan a las inmediaciones de Melilla con la esperanza de dar el salto a Europa. Unos, intentando sortear la valla que encierra nuestra ciudad. Otros, embarcándose en una peligrosa aventura surcando el mar de Alborán en una endeble patera.
Es prácticamente una excepción ver mujeres entre quienes intentan rebasar el obstáculo en forma de valla levantado en el perímetro de Melilla. Lo habitual es que ellas se suban a una de esas débiles embarcaciones que vemos en los telediarios cuando, si tienen suerte, Salvamento Marítimo las rescata en alta mar. Muchas de esas mujeres llevan en brazos a niños de corta edad. Los hijos que han engendrado durante su doloroso tránsito entre los países de los que huyen y la costa norte de África.
El punto de partida
Alejandro G. Salgado es un andaluz que se dedica a la dirección cinematográfica. Miembro de la productora audiovisual La Maleta Creación Cultural, ha dirigido ‘Bolingo. El bosque del amor’, un documental protagonizado por esas africanas anónimas que emprenden un viaje de resultado incierto, donde la única certeza que existe es el sufrimiento al que los débiles son sometidos por la fuerza bruta.
“El punto de partida es el campamento Bolingo”, cuenta Salgado a El Faro. El director tuvo noticia de la existencia de ese lugar leyendo un artículo de Luis de Vega, “un fotoperiodista genial”. Se titulaba ‘Bolingo, el bosque de los bebés de las pateras’.
“Me llamó muchísimo la atención que existiera un sitio así, el hecho de ser madre en un sitio tan hostil”, relata el cineasta. Pero más le sorprendió que el nombre de ese campamento significase “amor”.
Los niños que esas mujeres han traído al mundo son “en la mayoría de los casos”, la consecuencia “de una violación o de una relación no consentida”. Sin embargo, esos pequeños son “el motor de supervivencia de esas mujeres, personas increíblemente valientes y fuertes. Ese niño, fruto de algo tan horrible, llega a ser la luz que la ilumine y le dé fuerza para llegar a Europa”, afirma Salgado.
Una “fábula” del viaje
El director del documental reconstruye, a modo de “fábula”, la peripecia de estas mujeres desde que abandonan sus lugares de origen hasta que alcanzan las inmediaciones de Melilla, el trampolín desde el que sueñan con llegar al Viejo Continente.
Salgado y su equipo entrevistan a las inmigrantes, pero para relatar su trayecto, utilizan imágenes de animación para “contextualizar parte del viaje” dibujos que se transforman en realidad cuando alcanzan ese bosque de pinos que alguien bautizó como Bolingo.
En ese campamento, de amor sólo queda su nombre. “Allí todo está muy viciado. Hay un jefe que controla todo y al que no le interesa llegar a Europa porque relativamente vive cómodo en el campamento”. Y si hombres así han llegado a esa posición, ha sido en gran parte abusando de las mujeres. No sólo sexualmente (ha habido casos de niños nacidos en Bolingo), sino también obligándolas a mendigar (en beneficio de ellos) en poblaciones marroquíes cercanas.
El cuerpo como moneda
La mayor parte de las mujeres que llegan a Bolingo son “engañadas” durante su viaje y, tras quedarse sin dinero, tienen que pagar con su cuerpo para subsistir.
“Muchas vienen de Nigeria”, explica Salgado, añadiendo que ése es “un país que en los últimos años se ha criado en la violencia” contra el género femenino, citando un ejemplo claro: el de los terroristas de Boko Haram, conocidos por secuestrar a cientos de mujeres a las que utilizan como esclavas sexuales.
El documental “aún no tiene fecha de presentación”, pero será en Sevilla en las próximas semanas. Su director contempla asimismo la posibilidad de presentarlo en el Festival de Melilla del próximo año.
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