Duty Free nació en Melilla hace cinco años, en pleno colapso de la economía española. Por eso su responsable en la ciudad, Juan Carlos Romá, rehúsa responder a la pregunta de El Faro sobre si la crisis es cosa del pasado. Entre sus argumentos, hay uno de peso: es una cuestión de referencias. Él no puede comparar la caja que hace ahora su tienda con la que hacía “antes de” porque simplemente Duty Free no existía. El negocio levantó la persiana en la época de vacas flacas y ha crecido con ella.
Romá es un hombre discreto que ni busca ni quiere entrevistas. Lo suyo es un modelo empresarial prudente y sin alharacas. Trabaja en un pequeño despacho-almacén en el que su ordenador desentona. Su oficina está pegada a la bodega de delicatessen que ha añadido a su tienda de artículos de lujo del centro de Melilla. En los escaparates conviven relojes, perfumes, cremas, bisutería, bolsos y abalorios de gama media y alta junto a una selección de sales de Ibiza, Maldón o del Himalaya. También tiene chocolates italianos, tés, infusiones, foie, especias y un variado surtido de güisquis para paladares exquisitos y buen ojo para las compras.
El empresario alicantino reconoce que el 75% de su clientela es de Marruecos y admite que ha conseguido fidelizarla con buenos precios a los que suma una tarjeta de descuentos: por cada veinte euros invertidos en la tienda, se acumula uno, que el cliente puede emplear en otra compra.
En Duty Free hay artículos desde 19,90 hasta 500 euros. En noviembre la tienda que está en la esquina donde acaba la Avenida Juan Carlos I de Melilla comenzó a hacer descuentos de Navidad, que se notan, sobre todo, en los productos más caros: cremas antiedad para el cuidado facial que han bajado de 355 euros a 268 o packs de varias cremas de Lancòme, una de las más vendidas en la ciudad, con descuentos significativos: te llevas tres por menos de lo que habitualmente cuesta una.
Romá defiende el margen de maniobra que Melilla le da a un comercio como el suyo. La fórmula es muy simple: el régimen fiscal de la ciudad no contempla el Impuesto sobre el Valor Añadido a los productos y eso es un atractivo más para los clientes de tiendas como Duty Free.
Al no haber IVA en la ciudad, explica el empresario, siempre se pueden proponer precios ventajosos para el que compra respecto a los que se ofertan en la península, sobre todo, en los artículos de lujo.
El responsable de la tienda ubicada en el número 2 de la avenida Reyes Católicos acepta que el transporte encarece algo el artículo que llega a la ciudad, pero aún así, es factible conseguir que el cliente pague menos por un mismo producto en el Duty Free de Melilla que en la península. Eso ha hecho que su empresa funcione durante los años duros de la crisis.
Tan bien van las cosas que ya está pensando en ampliar el negocio. Tiene en mente un nuevo proyecto para el año que viene y, en principio, lo único que puede adelantar a El Faro es que, si todo marcha sobre ruedas, volverá a crear nuevos puestos de trabajo.
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