Luces de barrio

Lo malo de comparar es que corremos el riesgo de decepcionarnos. Las luces de Navidad de Melilla me parecían a primeros de mes sin-sal, desganadas y feas, pero tampoco tenía argumentos para afirmarlo. Mi punto de referencia era la ostentación fálica del alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero, que este año retó con su alumbrado navideño de 825.000 euros a ciudades como Nueva York, París o Londres.

A Greenpeace le pareció absurdo. Sin embargo, con menos de un millón de euros, la localidad gallega, que no es ni de lejos más bonita que Melilla, ha sido noticia en el mundo entero. Ayudó el particular discurso histórico en un pretendido inglés del regidor, el día del encendido navideño: “With de lights, with the music, very welcome everybody here”.

Pero estas navidades he visto las luces de Málaga y de pueblos del interior de la provincia, como Antequera, de 41.000 habitantes, casi la mitad que Melilla, con un ayuntamiento gobernado por el PP, como aquí, y confirmé mis sospechas. Allí han puesto 225 arcos de luz y 385.000 puntos LED con una potencia eléctrica de 24.512 vatios. Comparadas con ésas, nuestras luces son de barrio periférico y están anticuadas.

Las calles iluminadas de Antequera invitan a caminar la ciudad, a salir de compras, a ver y que te vean; incluso a pasar horas en las terrazas, con 8 grados de temperatura, y seguir la receta de eutanasia colectiva tan típica de ciudades donde hace frío de verdad: chocolate con churros a eso de las siete de la tarde.

Hay calles de Melilla, como la Avenida Reyes Católicos, a un suspiro del centro, que parecen un cementerio en Halloween.

Llevamos años viendo las mismas luces tristes en la ciudad. Menos mal que son LED, porque por el diseño parecen haber sido hechas cuando el alumbrado era de gas, a principios del siglo XVIII.

Y esas luces no nos salen gratis. Nos cuestan 140.620,81 euros. El dinero invertido no está lejos de los 250.000 que Antequera ha utilizado para no sólo alumbrar la ciudad sino también para organizar la Cabalgata de Reyes; montar un ocio park navideño para niños con una decena de hinchables, una exposición de Playmobil y una antológica del pintor internacional Cristóbal Toral. Deberíamos preguntarles la receta para poder convertir el agua en vino.

Pero no vayamos muy lejos. Ceuta está de ensueño. Allí se han iluminado 271 arcos de luz, 188 árboles, cuatro fachadas, hay 26 proyectores, 26 figuras de suelo, una estrella tridimensional, el árbol de Navidad de 20 metros de altura... Todo eso con 91.855 vatios: casi cuatro veces más que Antequera y más del doble que en Melilla (40.000 vatios).

Lo ha hecho la empresa cordobesa Iluminaciones Ximenez, líder del sector en España y la firma que se encarga de las luces navideñas de urbes como Chicago, Nueva York o Montreal.

Nuestras calles las ilumina Himosa, con sede en el polígono Industrial de Las Margaritas. Y a mí me parece bien que las empresas locales tengan la oportunidad de conseguir contratos jugosos, pero tienen que esforzarse. Estar empadronado en Melilla y crear empleo en la ciudad deben tenerse en cuenta, pero no pueden ser los únicos requisitos para conseguir una adjudicación de casi 150.000 euros año tras año.

El dinero, por desgracia, no crece en los árboles. Hay que ganárselo. Parece una broma macabra que Melilla haya conseguido este 2018 varios premios internacionales de iluminación interna de edificios y esta Navidad tengamos la ciudad que parece un velatorio.

Los ecologistas me van a crucificar, pero sí, quiero más luces. Quiero pasear por mi ciudad y quiero quedarme porque no hay nada fuera que me guste más que lo mío. Eso es lo que quiero.

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