Editorial

Los valientes

MELILLA vuelve a estar en los focos de la política nacional, como  suele ocurrir cada vez que hay un salto a la valla que rodea la ciudad para frenar la entrada irregular de inmigrantes.

No es para menos, dado el alto número de subsaharianos que en el mediodía del domingo rebasaron los obstáculos y consiguieron poner pie en suelo español. Fueron 111 los que lograron su objetivo y todos ellos se encuentran ahora acogidos en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI).

La noticia siguió trayendo cola ayer lunes cuando Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, afirmó en una intervención ante la prensa que los inmigrantes que protagonizaron el salto son “los más valientes, los mejores”. La regidora de la capital del país subrayó que “mientras escuchaba las noticias, aplaudía internamente por aquellos que han saltado la valla desde Marruecos”.

Las palabras de Carmena no tardaron en recibir respuesta. María del Carmen Dueñas, diputada por Melilla en el Congreso, escribió en su cuenta de Twitter: “Otro ejemplo de populismo desgastado de buenismo, ahora van y dan la bienvenida a la inmigración ilegal”. Mientras, el líder del PP en Cataluña, Xavier García Albiol, optaba por un mensaje menos diplomático y emplazaba a la alcaldesa de Madrid a acoger “en su casa”a los inmigrantes que saltan la valla de Melilla, así como a mantenerlos de su bolsillo.

Aunque todos tengamos derecho a opinar, los que se dedican a la política han de medir con más celo sus palabras, puesto que todo lo que digan será objeto de análisis y, la mayoría de las veces, de discusión.

En sus declaraciones, Carmena muestra simpatía por unas personas cuya desesperación por vivir en un mundo mejor les hace correr grandes riesgos emprendiendo largos viajes para huir de sus países de origen. En esos lugares, el hambre, los conflictos y la total falta de oportunidades los empuja a intentar cruzar el mar de Alborán en una débil embarcación o a jugarse la integridad física saltando una elevada valla.

Sin embargo, quizá sería mejor que la regidora de Madrid sugiriera alguna idea para regular los flujos migratorios. Por ejemplo, propuestas de ayuda al desarrollo para los países de procedencia de quienes saltan la valla. Las ideas siempre son mejores que las buenas palabras. Y, sobre todo, son más valientes.

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