LOS cruceros que este año harán escala en Melilla pueden pasar de largo en próximas temporadas si los turistas que desembarcan en nuestra ciudad no consideran interesante la visita. Habitualmente, al regreso al barco, los organizadores del viaje recogen la impresión del pasaje sobre su experiencia en tierra. De sus respuestas depende en gran medida que el crucero vuelva a hacer escala en ese punto.
La impresión de los últimos turistas que llegaron a nuestra ciudad no debió ser buena en exceso. Su barco, el Saga Ruby, atracó a las ocho de mañana, una hora en la que Melilla aún no ha terminado de despertarse, y más aún si es domingo, como fue el caso. Más tarde, a las diez, cuando los comercios empiezan a abrir, la mayoría continuaban cerrados y así permanecieron el resto del día. Realizar alguna compra no fue una opción para los turistas salvo para los que tuvieron la suerte de dar con alguno de los escasos establecimientos que abrieron sus puertas.
Vivieron una experiencia parecida los cruceristas que quisieron degustar nuestra oferta gastronómica, conocer nuestras costumbres, descubrir algún capítulo de nuestra historia, disfrutar de algún evento cultural... El domingo, cuando llegaron, una parte de Melilla estaba aún dormida, otra se había marchado a Marruecos, otra caminaba tras la Virgen del Rocío... Parecía como si nadie hubiera caído en la cuenta de la importancia de la presencia de un barco con un millar visitantes. Llegaron a Melilla y se encontraron a los anfitriones durmiendo, haciendo turismo en el país vecino o asistiendo a un evento social de carácter religioso al que tal vez les hubiera gustado asistir si alguien les hubiera invitado.
Los turistas no vienen solos. Llegan y si les gusta lo que ven, tal vez regresen. El domingo vieron una Melilla que les dio la espalda.