Ana Bonilla escribe sus memorias para que los jóvenes conozcan cómo era vivir y trabajar en el Palacio de la Asamblea. Recoge sus pensamientos en ‘Recuerdos y vivencias’.
La vida de esta mujer ha transcurrido entre los pasillos del Palacio de la Asamblea. Vivió durante años en la tercera planta de este edificio. Sus ventanas daban al Casino Militar. Allí ha celebrado decenas de navidades y cumpleaños. Fue su casa durante años. Se crió entre estos pasillos y salió vestida de novia por la puerta del Ayuntamiento. Sus recuerdos y sus vivencias están vinculados a la historia de todo lo que se ‘cocía’ en el interior. A través de su historia podemos conocer cómo se trabajaba en los años 60 en este lugar. Ana Bonilla asegura que quiere al Ayuntamiento, pero sólo siente esta vinculación emocional por el edificio y no por las personas que trabajan dentro.
Hace un año, Bonilla presentó su primer libro ‘Ayuntamiento de Melilla, ¿dígame?’, una publicación en la que contaba un gran número de anécdotas que le habían sucedido durante sus años como telefonista en esta institución. Pero se quedó otras muchas en el tintero. Deseaba contar aquellas historias que no pudo incluir en aquel libro porque pertenecían a una parte más personal. Tenía en mente que si escribía sus memorias, o más bien parte de ellas, muchos jóvenes conocerían cómo era la vida en el Ayuntamiento desde los años 50.
A mucha gente le sorprenderá conocer que en el Palacio de la Asamblea hubiera tres viviendas en la tercera planta, esto es, la del mayordono del Ayuntamiento, padre de Bonilla, la del secretario general y la del interventor. Tres familias comían y dormían en su interior. Aunque la vinculación de Bonilla con este edificio viene de antes. Su madrina vivía en el Palacio de la Asamblea antes de que se instalara su familia. Recuerda aún que le gustaba subirse a una silla de color negro para mirar por la ventana y ver el trabajo que realizaban los pescadores. Afirma que se entretenía observando cómo cosían las redes. Tanto le marcó esta imagen, que es la que utiliza en su libro ‘Recuerdos y vivencias’, en el que narra todas estas historias.
Otra curiosidad que narra en esta publicación es que cuando ella era niña el aparcamiento interior del Palacio de la Asamblea era un jardín. Asegura que la mujer del secretario echaba de comer a los gatos, que dormitaban entre las plantas.
Sus trabajos en este edificio
¿Qué más había dentro de este edificio tan representativo de la ciudad? Al entrar por la puerta principal, los melillenses encontraban la Biblioteca. Bonilla estudió secretariado y su primer trabajo fue de auxiliar en esta institución. Explica que su padre deseaba que hubiera llegado a ser la bibliotecaria, pero para eso, necesitaba una carrera y a ella no le gustaba ese trabajo. Eso se lo decía mientras tomaban café en la Casa Martínez, situada en el Mantelete. Antes no estaba bien visto que una mujer sola estuviera en un bar, así que su padre la recogía todas las tardes para que se tomara un respiro. Y aunque ella nunca cumplió el sueño de su padre, sí que lo hizo su hija, Sonia Gil Bonilla, la actual directora de la Biblioteca Pública de Melilla.
Trabajando entre libros conoció a Pepita, una mujer adulta que le daba muy buenos consejos. Pero se marchó a Madrid y nunca más volvió a saber de ella hasta unos meses antes de jubilarse. En su oficina apareció una señora muy mayor que le aseguró que la conocía de cuando era joven. Fue una sorpresa descubrir que era su compañera de la Biblioteca. Es uno de sus mejores recuerdos.
Pero Bonilla dejó su trabajo en esta institución para ser secretaria de un ingeniero de la Conferencia Hidrográfica del Sur, cuyo despacho estaba en la primera planta del Palacio de la Asamblea, junto al Salón Verde. Cobraba 400 pesetas más y eso le permitió comprarse un coche, un Simca 1000.
Con el paso de los meses, se dio cuenta de que hacer copias de escritos con la máquina de escribir no era lo suyo. Llegó a opositar para un puesto de telefonista y lo consiguió en el Ayuntamiento. Entró en los 70 en este puesto y ahí permaneció hasta el 2012, año en el que se jubiló.
Bonilla narra muchas historias en este libro, pero asegura que se guarda otras tantas. Aunque formen parte de su vida, traicionaría la memoria de las personas que las protagonizan si las narra, como la de un enano que sólo descubrirán si leen ‘Recuerdos y vivencias’.
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