Categorías: Editorial

Los melillenses, los últimos de la clase

NO hay otro sector que aúne mayor número de datos negativos que la Educación en Melilla. Entre cifras preocupantes, continuas evaluaciones sin superar e inversiones que parece que nunca llegan, el panorama en las aulas de nuestra ciudad no puede ser más desmoralizador.
La última avalancha de datos adversos surge de la difusión por parte  de ANPE de algunos resultados de las pruebas de diagnóstico realizadas durante el curso pasado. Empieza el sindicato señalando que el 15% de los alumnos de cuarto de Primaria y de segundo de ESO examinados no alcanza un nivel mínimo en Lengua, Matemáticas ni Conocimiento del Medio. Quince de cada cien estudiantes no llega al 1 cuando son evaluados con una nota de entre 1 y 5.
En cuanto al panorama que dibuja el resto de resultados, éste continúa situando a nuestra ciudad entre las regiones más atrasadas del país.
Y por si fuera poco, el sindicato afirma que es posible determinar con bastantes garantías de acierto en qué centro está matriculado cada alumno viendo el resultado de la prueba de su evaluación, aunque ésta se haya realizado de manera anónima. En consecuencia, existe una clara ‘discriminación’ en la formación de los alumnos en función del colegio o instituto en el que reciban las clases. Por lo tanto, además de nivel académico medio preocupantemente bajo, en Melilla hay castas entre los alumnos. Por un lado están los ‘sentenciados’ a formarse en centros  donde existe un claro desequilibrio entre recursos y obstáculos a superar. Y en otro lugar muy distinto están los estudiantes cuyas familias tienen la posibilidad económica de ofrecerles una enseñanza de pago, los que residen en zonas más favorecidas y con mejores escuelas e institutos y los que se pueden permitir clases particulares de apoyo.
Esta situación obliga a los responsables de la Enseñanza en nuestra ciudad a luchar por un doble objetivo. No basta con centrar los esfuerzos en reducir la amplia distancia que nos separa (y que cada día parece alejarnos más) de las regiones del país más avanzadas desde el punto de vista educativo. También es inevitable dedicar una parte importante de la energía a reducir las preocupantes diferencias que existen en nuestra ciudad (y que cada vez parecen mayores).
Para alcanzar ambas metas es imprescindible destinar más recursos económicos a la Educación. Hay que suplir la falta de inversiones sufrida durante la etapa de los anteriores gestores y aumentar las partidas previstas hasta ahora por los actuales.
Son evidentes las necesidades. Para verlas basta con saber algo de Matemáticas y constatar así que las ratios en nuestras aulas son insoportables. Es suficiente con tener unas nociones básicas de Lengua para entender las reclamaciones de nuestros docentes. Y no hace falta ser una experto en Conocimiento del Medio para descubrir que Melilla no se parece a ninguna otra región de España (salvo Ceuta) porque nuestra realidad social, económica y cultural es absolutamente distinta. Por ello, los primeros en dar ejemplo ‘hincando los codos’ para aprenderse la materia deberían ser los propios responsables de la Educación en nuestra ciudad. No es posible exigir la ‘excelencia’ a nuestros alumnos cuando sus profesores carecen de medios, están desbordados y no encuentran el suficiente amparo en la Administración.

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