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Los melillenses decidimos

Esta noche, cuando cierren los colegios electorales, los melillenses habremos terminado de dibujar el panorama político que queremos en nuestra ciudad para los próximos cuatro años. La decisión está sólo en nuestras manos.

El partido que gane o pierda lo hará sólo por decisión de los ciudadanos que han ejercido libremente su derecho de darse el Gobierno que crean que más les conviene. Ni en el pasado hubo ningún medio de comunicación que por sí solo puso o quitó presidentes en Melilla ni en la actualidad, afortunadamente, ese supuesto poder lo detenta ningún diario, radio o televisión. Ese privilegio sólo lo ostentan los ciudadanos, a pesar de que haya quien cansinamente insista en atribuirse el mérito de unas victorias políticas que no le corresponden y de unos castigos en las urnas que no está en sus manos imponer. La victoria tiene muchos padres, mientras que la derrota es huérfana.
Los melillenses hoy, libremente y sin el supuesto poder de manipulación política que se atribuye algún medio de comunicación, decidiremos qué gobierno queremos para los próximos cuatro años. No es una decisión intrascendente, ya que en gran medida nuestro futuro inmediato estará determinado por el color que mayoritariamente arrojen las urnas al finalizar el recuento de votos.
Como ocurre siempre ante un cruce de caminos, es posible equivocarse al elegir una dirección u otra. Hoy también corremos el riesgo de cometer una grave equivocación al introducir nuestro voto en las urnas. Sin embargo, el error no estará en la elección de una u otra papeleta sino en dejar que otros elijan por nosotros a quién votar. Ese derecho no puede ser manipulado por un determinado medio de comunicación ni ningún ciudadano debería ‘venderlo’ a cambio de una determinada suma de dinero. La fiesta de la democracia no admite a los mercaderes de votos ni a los supuestos manipuladores de opinión cuyo único poder es, en realidad, correr tras el ganador para atribuirse unos méritos que no le corresponden y con los que pretenden cobrarse una recompensa por una labor que ni han hecho ni tienen capacidad de realizar.
En la fiesta de la democracia sólo hay sitio para los ciudadanos que acudimos libremente a las urnas, cada uno con nuestro voto y todos ellos con el mismo valor.

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