Los médicos de la sanidad pública han vuelto a la huelga después de un mes de conversaciones con el Ingesa que, al final, no han llegado a nada. Dicen estos facultativos que regresan a la lucha con fuerzas renovadas y tras comprobar que han sido “engañados” por el organismo encargado de gestionar el sector en la ciudad. “Decían que iban a solucionar las cosas y no han resuelto nada”, decía al respecto el portavoz del Sindicato Médico, el pediatra Antonio Alcoba, en relación a los contactos mantenidos a lo largo de octubre pasado.
El caso es que se llega ya al octavo mes de conflicto en la sanidad pública de la ciudad y son muchos los melillenses que confiesan sentir “pánico” ante la posibilidad de caer enfermos. Se teme por tener algo que requiera de atención médica y si es especializada, el miedo se incrementa.
Hay pacientes que llevan meses y meses esperando pruebas para operarse de una simple cuestión de vesícula. Los problemas en los centros de salud siguen incrementándose con médicos de baja que no son sustituidos, con lo que son los que quedan los que deben repartirse el trabajo porque las vacantes no se cubren. Igual sucede con los pediatras, tal y como denunciaba ayer Antonio Alcoba. Y así podríamos seguir con un largo etcétera de situaciones que los melillenses no se merecen pero que aguantan estoicamente no se sabe muy bien por qué.
Nunca antes había sido tan crítica la situación de la sanidad pública en Melilla. Cierto es que siempre se ha dicho en la ciudad que el mejor médico “es el barco o el avión”, pero lo que está sucediendo en los últimos meses pasa de castaño a oscuro, mientras hay división de opiniones entre los usuarios. Están los que apoyan a los médicos en sus reivindicaciones por entender que las mejoras que consigan serán extensibles a los pacientes y, por otro lado, también hay quien critica duramente a los médicos por considerar que solo les interesa ganar más dinero.
El hecho cierto es que aquí el que pierde es el melillense, que ve cómo se eterniza el tiempo para recibir la atención médica que necesita. Algunos terminan por acudir a la privada, donde tampoco es fácil conseguir una consulta en unos días. De hecho, nos comentaba uno de nuestros lectores que ha pedido cita en un traumatólogo y no le han dado nada hasta el día 28. Y no es que pertenezca siquiera a una compañía privada, no, que lo paga de su bolsillo. Increíble pero cierto.
En algunos centros de salud la falta de facultativos ha causado incluso incidentes en los que ha tenido que intervenir la policía. Se trata, a modo de ejemplo, de las instalaciones de Cabrerizas, donde hay personas que hacen cola desde las seis de la mañana para poder conseguir una cita que, dos horas y media después, ya se han agotado. Es que ni siquiera se logra que se les atienda por urgencia.
En definitiva, la sanidad de Melilla necesita soluciones, pero soluciones inmediatas. No se puede seguir consintiendo que la población tema enfermar no por la dolencia que padezca sino por las deficiencias del servicio que tiene derecho a recibir y que se les niega o retrasa para desesperación de los usuarios.
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