Melilla tiene de los peores resultados en el Informe PISA de toda España en lo que se refiere a lectura, matemáticas y ciencias. Curiosamente, la puntuación más baja las comparten las dos ciudades autónomas que son las únicas, además, que dependen directamente del Ministerio de Educación al no estar transferida la competencia que sí tiene el resto de las comunidades españolas. Sería para que las autoridades ministeriales se lo hicieran ver pero ya sabemos todos que no solo no le habrán dado la más mínima importancia sino que tampoco pondrá medios sobre la mesa para revertir la situación precaria demostrada en materia educativa.
La Dirección Provincial no ha hecho la más mínima autocrítica con respecto a los resultados del citado informe. Su titular, Juan Ángel Berbel, se ha limitado a apuntar que todo es culpa de la pandemia y se ha quedado tan ancho. Ni una palabra sobre las elevadas ratios, sobre la progresiva burocratización de la labor docente ni nada que se le parezca. El covid lo aguanta todo, debe pensar Berbel, y a ello se agarra para justificar lo que a todas luces es un evidente fracaso de la política educativa en las dos ciudades en el norte de África.
Los sindicatos, como cabía esperar, tienen un análisis muy distinto al de la Dirección Provincial. Ellos sí culpan a la ratio y al modelo educativo, que no deja de cambiar según el color de quién gobierne en España. Denuncian que los docentes parecen más burócratas que profesores por la carga administrativa extra que el sistema les ha adjudicado y recuerdan que la pandemia no solo ocurrió en Ceuta y Melilla, sino en todos los territorios españoles y, sin embargo, su puntuación en el Informe PISA es bastante superior.
Por supuesto, como sindicato que son, exculpan totalmente a los docentes de cualquier responsabilidad en ese fracaso que, sin embargo, debe repartirse en su justo término entre todos los actores que intervienen en la educación, ellos incluidos. Y si la Dirección Provincial no hace autocrítica, tampoco es que maestros y profesores estén dispuestos a hacerla. En conclusión, aquí los perjudicados siempre son los más débiles, o sea, un alumnado que no está suficientemente forzado en materias tan cruciales como la lectura, las matemáticas o la ciencia.
Es cierto, como decía ayer el secretario general del sector de Educación en CC.OO, que el Ministerio no tiene perdón. De él dependen tan solo dos pequeñas ciudades que reúnen apenas 3.000 profesores de forma conjunta y, sin embargo, es incapaz de hacer una gestión que ponga a Ceuta y Melilla las primeras del ránking, como sería su obligación para dar ejemplo al resto de España de lo que es una educación pública de calidad.
En cambio, desgraciadamente, nuestros estudiantes son los que peor quedan en todo el ámbito nacional, los que más masificados están en las aulas y los que reciben una formación por debajo del resto de los alumnos de su edad. ¿Hasta cuándo se podrá soportar esta situación? ¿Por qué el Ministerio no toma cartas en el asunto? ¿Por qué el recorte presupuestario para los centros que se ya se ha denunciado? Son tantas las preguntas sin respuestas que podríamos pasarnos una hora enunciando planteamientos que nunca serán respondidos con medidas positivas para nuestra ciudad.
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