Economía, Empleo y Turismo

Los guías turísticos, "embajadores" de su ciudad y de sus monumentos

Cada 21 de febrero se celebra el Día Internacional del Guía de Turismo, considerada como una profesión vital dentro del gremio del turismo, el cual promueve el potencial cultural, histórico y patrimonial de sitios de interés en una amplia variedad de países del mundo.

Jennifer Aragón (Lérida, 1986) se trasladó a la ciudad con dos años, por lo que se considera a sí misma otra melillense más. La guía turística oficial en la localidad ya cuenta con más de 15 años de experiencia en el sector.

Diplomada en Turismo por la Universidad de Granada (UGR), tiene también un máster en Turismo Cultural, Patrimonio y Desarrollo Local por la Universidad de Málaga (UMA) y, además, es agente de viajes, intérprete del patrimonio, asesora turística, creadora de proyectos turísticos culturales y coordinadora de viajes por el mundo. Ha guiado a grupos por prácticamente todo el planeta, desde Tailandia a Costa Rica, pasando por Turquía, Indonesia, Marruecos o la India.

En España, comenzó a guiar cuando aún no existían las regulaciones actuales “tan estrictas” que hay ahora en cada autonomía en materia de turismo, lo que le permitió, cuenta, hacer visitas a “lugares tan espectaculares” como la Sagrada Familia, en Barcelona, o la Alhambra, de Granada, así como centros históricos como el de Valencia, Barcelona o Palma de Mallorca y a todas las ciudades imperiales de Andalucía.

Aragón recuerda que en 2011 aún no había internet en los móviles, por lo que no le quedaba otra que obtener la información de bibliotecas y folletos y posteriormente elaborar sus propios apuntes sobre la ciudad o monumento y estudiárselos. En ocasiones, recuerda, cambiaba tan rápido de una ciudad a otra que se tenía que estudiar los datos en el trayecto en tren o autobús.

“Fueron etapas muy bonitas pero duras, etapas que te enseñan a ser resolutiva, independiente, a "buscarte la vida" dentro de este mundo. Normalmente trabajos mal pagados, pero compensaba el hecho de conocer el mundo y a la vez aprender e ir cogiendo experiencia”, afirma sin dudar.

En febrero de 2020, apenas un mes antes del comienzo de la pandemia, y creó su propia empresa, Tu Guía en Melilla. “Muchos pensaron que estaba loca”, explica, ya que dejaba un puesto de directiva en una importante cadena de hoteles de la Comunidad Valenciana por volver a su ciudad y poder dedicar su vida a lo que le apasiona, pero no tiene dudas de que volvería a hacerlo, ya que siempre ha estado en el lugar en el que ha querido estar.

Van ya cuatro años, por tanto, desde que Aragón apostó por el potencial patrimonial de la ciudad autónoma y, con su empresa, se ha convertido en pionera de las visitas guiadas turístico-culturales en Melilla.

Lo bueno y lo malo de ser guía

Para ella, ser guía “es un proceso creativo de comunicación” y “un arte”. Además, supone un reto, porque el guía debe conseguir, dice, “que el visitante conecte intelectual y emocionalmente” con el lugar que se le está mostrando. Según dice, es la única forma de que esta persona “adopte una actitud favorable” hacia la conservación.

Su propósito con cada visita guiada, afirma, es “conseguir que el visitante se enamore de la ciudad y vuelva o hable bien de su experiencia y la recomiende”. En este sentido, se puede considerar que los guías turísticos son “embajadores” de su ciudad y de todos sus monumentos. Cree que la labor del guía debe ser entretener y hacer de cada visita “una experiencia única, amena e irrepetible”, siempre teniendo en cuenta la idiosincrasia del grupo, pues, como argumenta, no es lo mismo guiar a catedráticos en Historia que niños de cinco años.

Jennifer Aragón es una apasionada de su trabajo. Lo que más le gusta es que, como “cada persona es un mundo”, aunque el trabajo sea el mismo, todos los días y rutas acaban siendo diferentes. Ni siquiera tiene, asegura, un discurso ya preparado para siempre, porque, si no, “sería muy aburrido”.

Pero, como ningún trabajo es perfecto, también el de guía tiene sus inconvenientes. Lo que menos le gusta a ella del suyo es que la hace “consciente” de las “carencias” que tiene Melilla en cuanto al recibimiento de turistas.

En este sentido, Aragón critica, por ejemplo, que en Melilla la Vieja no exista ningún establecimiento allí donde comprar una botella de agua en verano durante las visitas turísticas. También siente “impotencia” observando “el deterioro de lugares de alto valor”, como la calle San Miguel o los edificios modernistas.

Además, le “duele” no poder mostrar lugares por cierre, mal estado o problemas de gestión o planificación, como puede ser el fuerte de Rostrogordo.

Por último, la guía alerta de que la falta de iluminación nocturna de los principales edificios modernistas limita el potencial de Melilla como ciudad turística, especialmente durante el verano. Así, aboga por convertir esos recursos en productos turísticos mediante una buena planificación y una buena gestión.

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