En lo que llevamos de año, como presidente de la Asociación Andaluza de la Empresa Familiar, he tenido ocasión de participar -como oyente o como interviniente- en varios eventos organizados por entidades empresariales (CEA, CESUR, Instituto San Telmo, Fundación Cre100do) y en el IV Foro Económico El Español en Andalucía con gran asistencia de empresarios. Y en todos ellos he constatado el orgullo de ser y sentirnos empresarios a pesar de todas las dificultades y turbulencias que hemos sufrido estos últimos años y en las que se escudan nuestros políticos -para no hacer lo que deberían estar haciendo- y seguimos teniendo optimismo y confianza en nosotros mismos, pero no tanta en los políticos.
A pesar de todo y de todos, los empresarios seguimos trabajando con ilusión y optimismo, aportando lo que sabemos hacer y que depende solo de nosotros mientras nos adaptamos a una cuasi permanente situación de incertidumbre que ha de dejado de ser una novedad para, tristemente, formar parte de nuestra realidad diaria: la inseguridad jurídica en que nos hemos visto inmersos es nuestra mayor preocupación. Basta con ver cómo en Melilla y Ceuta nos han cambiado las “reglas de juego” de un plumazo con el tema del cierre hace casi seis años y la no reapertura de la aduana con Marruecos y la no aplicación del régimen de viajeros por parte de Marruecos o la pérdida del 50% de la bonificación en las cuotas de la seguridad social que disfrutábamos desde 2004 por imposición sorpresiva del Ministerio de Trabajo y Economía Social. ¿Qué será lo próximo que nos espera?...
Esta semana pasada ha fallecido otro gran empresario melillense, D. Antonio Barranquero. Hace años que tuve la suerte de conocerlo y tratarlo como a otros tantos empresarios familiares que también se han ido para siempre pero que dejaron huella en nuestra Ciudad. Apellidos como Gorgé, Lucas, Montes, Mohatar, Fernández, Lalchandani, Hurtado, Salama, García Chica, Cabanillas o Martínez, como mi abuelo y mi padre... y otros tantos que no cabrían todos en esta página. Todos ellos lucharon en su momento contra los “elementos” y supieron superar las dificultades reinventándose una o varias veces. ¡Qué faltan nos hacen empresarios como ellos en estos momentos!
Los empresarios familiares, tenemos unos valores que nos diferencian del resto de los empresarios: la visión a largo plazo, la vocación de permanencia y transmisión del legado recibido, la cercanía con nuestra gente y apego al territorio que nos vio nacer y en el que desarrollamos nuestros proyectos empresariales. Lo del largo plazo en política es utópico pues sus decisiones las toman con vista a las próximas elecciones. Salvo contadas excepciones, como la de Málaga, los Planes Estratégicos a cinco o diez años se quedan en los cajones de los políticos.
Siempre se ha dicho que los empresarios no debemos “meternos” en política y dedicarnos a nuestros “negocios”. Será porque los políticos piensan que solo vamos a defender nuestros intereses y no es así. Los empresarios jugamos un papel esencial y tenemos la responsabilidad de sintonizar con la sociedad y responder con coherencia a sus inquietudes que son las nuestras. Por ello, los empresarios -como parte de la Sociedad Civil- debemos posicionarnos activamente en los temas económicos e incluso políticos que nos afectan como ciudadanos y, por supuesto, también como empresarios. Y, como empresarios, desde la distintas asociaciones y organizaciones empresariales o desde cualquier tribuna pública -aunque no les guste demasiado a los políticos- estamos obligados a proponer medidas que nos faciliten la creación de riqueza y empleo y exigirles a nuestros políticos que legislen para ello y no contra la libertad de empresa ni nos aten con más “burrocracia”.
Como bien dijo hace unos días mi compañero Pedro Palomo, presidente de la Territorial de Castilla y León, necesitamos menos “populismo” y confrontación social; más diálogo constructivo -pero el de verdad y no meras milongas- y más pensar en lo que nos une y procurar conseguir entre todos el olvidado “bien común”. En estos momentos, como empresarios y como ciudadanos, estamos obligados a decir que creemos en la división de poderes y en la independencia del poder judicial, como garantía de nuestras instituciones, de nuestra democracia y del Estado de Derecho porque creemos en una Constitución que defiende la igualdad entre todos los españoles y no con lo que algunos pretenden desvirtuarla ahora simplemente por pura conveniencia -que no por la convivencia- para asegurarse seguir en el poder.
Los empresarios no somos políticos pero “hacemos política” todos los días en nuestras empresas -haciendo posible lo imposible- tomando decisiones, haciendo planes de futuro, realizando inversiones, arriesgando nuestro patrimonio y el de nuestra familia, adoptando medidas que faciliten la creación de riqueza y empleo. Esa es nuestra obligación y lo que nos da derecho a alzar nuestra voz y exigir a los políticos que hagan bien su trabajo y nos respeten. Los empresarios, grandes, medianos o pequeños y los autónomos somos parte de la solución, no el problema. Los empresarios jugamos un papel esencial y es nuestra responsabilidad alzar nuestra voz y pedir a los políticos respuestas a nuestras justas reivindicaciones e inquietudes. Y los políticos están obligados a darlas, aunque a veces se les olvida.