Las intervenciones de Juan José Imbroda y Juan Vivas, ayer, en la Convención nacional del PP, no encerraron ninguna sorpresa. Eran tan previsibles como ajustadas al guión necesario en el momento en el que nos encontramos. La radiografía de las dos ciudades, marcadas por el paro del 26% de su población activa, en el caso de Melilla, y de un punto menos, el 25%, en el caso de Ceuta, no admiten otras propuestas ni otros argumentos que los que ayer expusieron ante el plenario de la Convención del PP los dos principales mandatarios de los gobiernos melillense y ceutí.
No obstante, sí hubo matices, fruto del distinto estilo de Imbroda y Vivas. El primero mucho más directo; el segundo, siempre más retórico y poético.
De sus discursos se desprenden varias cosas que, por demás, se ajustan muy bien a nuestras realidades. Los dos aludieron a Andalucía y al nudo umbilical que nos une a ella, pero Imbroda lo hizo para poner el énfasis en las razones políticas por la que los socialistas nos excluyeron del Estatuto de Autonomía andaluz, mientras que Vivas lo hizo para declarase un andaluz de pies a cabeza que, como su pueblo, se siente y se cree parte real de Andalucía, con independencia de que admnistrativa y políticamente no haya ningún tipo de vinculación entre ambos territorios.
Nuestra dos ciudades norteafricanas van unidas, ayer lo fueron por completo, al unísono en el fondo principal de sus argumentos ante la cúpula máxima del Partido Popular; en la reunión que mantuvieron con Javier Arenas y Cristóbal Montoro para sellar las propuestas que se incluirán o añadirán al programa electoral del PP para el 20-N y que resumen las aspiraciones, medidas e iniciativas pactadas por los respectivos gobiernos para dotarnos de medidas estructurales que permitan encontrar alternativas a nuestras limitadas y agotadas economías.
Los populares brindaron un abierto respaldo a Ceuta y Melilla. Una vez más nos otorgaron el trato que dispensan a cualquier otra autonomía y una vez más también dejaron claro el apoyo sin ningún tipo de cortapisas ni resquicios a nuestra españolidad.
Vivas e Imbroda coincidieron plenamente al recordar que con los gobiernos de Aznar, nuestros territorios tuvieron una importancia para el Ejecutivo nacional que luego no han tenido con los de Rodríguez Zapatero.
Los discursos tuvieron mucho de clave electoral, de alharaca propia del ambiente de una Convención que no deja de ser un escaparate propagandístico al servicio de los objetivos políticos del mismo partido y, en especial, con vistas a los próximos comicios.
El respaldo unánime a Rajoy, la coincidencia a la hora de señalar la confianza en que constituye “una esperanza de futuro para Ceuta y Melilla”, el empeño en subrayar que con los populares será posible salir del bache en que nos encontramos, en todo el ámbito nacional, pero con especiales riesgos y posibles consecuencias en nuestros singulares territorios, marcaron las intervenciones de los presidentes de nuestras dos ciudades.
También realizaron sus deberes, se reunieron, más bien escenificaron el sello de una alianza necesaria que busca soluciones comunes para problemas comunes.
Ni fueron los últimos ni fueron los primeros en intervenir, pero tanto Vivas como Imbroda fueron recibidos con especial entusiasmo por parte de quienes sabiéndonos algo más lejanos quieren tratarnos como próximos y tenernos muy presentes. Este al menos fue el sentimiento que ayer se encargó de subrayar y trasmitir el PP, en una Convención que no es otra cosa que una maquina de mensajes al servicio de la próxima cita electoral. Lo que por demás no tiene nada de malo. Las reuniones intensas de debate y trabajo tienen otro marco, sin menosprecio del intercambio de ideas, la confraternización, la aproximación y las oportunidades que un cónclave de este tipo permiten.
Imbroda hizo bien en recordar el fraude en el voto por correo que tanto acortó las distancias entre el candidato del PSOE al Congreso en las pasadas Generales de 2008, respecto del popular Antonio Gutiérrez. Un comportamiento electoral inusitado e impropio teniendo en cuenta los resultados electorales anteriores o los últimos de mayo pasado, que ha dado lugar a un proceso judicial en curso, actualmente silenciado pero en ningún caso concluso, sobre todo después de que la Audiencia Provincial respaldara al juez instructor que tantos vituperios recibió de los imputados socialistas y cepemistas encartados en la misma causa.
Y digo que hizo bien porque recordar lo ocurrido debe servir de aviso a navegantes en beneficio de unas elecciones limpias que realmente reflejen las decisión libre del electorado y no cómputos adulterados por la subversión del propio sistema democrático.
La cuenta atrás se va acortando y aunque hay quien cree que ya todo está decidido, hemos de recorrer los 40 días escasos hasta la próxima cita con las urnas que, en principio y salvo variaciones, no va a concitar en lo que a nuestra circunscripción respecta a tantos actores y candidatos como siglas se reunieron en torno al pasado 22-M. Pero de las elecciones en Melilla y cómo se presentan hay que hacer análisis aparte.
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