En la era digital, películas, libros y música están al alcance de la mano. Desde hace ya unos años, cuando todas las canciones del mundo comenzaron a caber en una aplicación, la venta de discos fue descendiendo y el número de reproducciones acabó por sustituir al de copias vendidas. Sin embargo, los discos recuperan fuerzas y se hacen notar frente a las nuevas tecnologías.
Entre los melillenses, pocos son los que siguen actualmente comprando discos. Gran parte de la población, al igual que en el resto del planeta, se ha pasado a las aplicaciones de música como Spotify, ya que se ahorra en espacio y comodidad.
Sin embargo, un estudio arrojado a principios de este año por la organización estadounidense de datos musicales MRC Data asegura que las ventas de discos han ido en aumento desde la pandemia. Artistas internacionales como Adele, Olivia Rodrigo o Taylor Swift, por ejemplo, han contribuido a esto y se han posicionado a favor de perpetuar la supervivencia de su formato.
Durante la década de los 2000, la industria musical de los discos comenzó a tambalearse al tener que hacer frente a la emergencia de las nuevas tecnologías. Primero llegaron los reproductores portátiles de mp3, que comenzaron a alcanzar la fama por aquel entonces. En un chasquido, se pasó de tener que cargar con los discos a poder llevar multitud de canciones en un pequeño aparato.
Pero cuando la época del streaming llegó a la sociedad, la venta de los discos fue cayendo en picado. Las reproducciones de las canciones comenzaron a sustituir a las copias vendidas. Y de pronto, todas las canciones del mundo pasaron a estar al alcance de una aplicación. Una búsqueda rápida y en cinco segundos ya están disponibles todos los álbumes del nuevo disco que has descubierto. Un fuerte golpe del que es difícil recuperarse.
Los discos de vinilo también han ganado terreno en estos últimos años y en muchos hogares los tocadiscos están de vuelta. Artistas que se suman a sacar sus canciones en este formato, como Harry Styles, y que han conseguido que estos objetos se abran a un público mayor al enfundar sus canciones de una manera más elegante y vintage.
La tienda Elisia Discos, situada en el centro de la ciudad, es uno de los comercios melillenses que continúan con la venta de discos. En sus estantes también hay vinilos y tocadiscos, además de un sinfín de productos de merchandising de distintas franquicias populares, como ‘Harry Potter’ o ‘Juego de Tronos’.
Allí aseguran que la venta de discos sigue en marcha. Los melillenses se acercan a comprar los productos de sus artistas favoritos. Y aunque los precios varían de unos a otros, a sus clientes eso es lo que menos le importa. Tienen muy claro lo que vienen buscando y no escatiman en gastos.
En sus estantes se encuentran desde los más populares internacionalmente de los últimos tiempos, como The Weekend, Bruno Mars o Katy Perry, hasta artistas nacionales más clásicos y que nunca pasan de moda, como María del Monte, Camilo Sesto o Niña Pastori.
Además, en Elisia comentan que el auge de los vinilos en estos años tampoco le ha comido terreno a los CDs. Y es que, aunque para los vinilos se necesita un tocadiscos y su precio es más caro, actualmente siguen siendo tendencia.
Los que se acercan a este comercio melillense, en su mayoría, son coleccionistas. Estos objetos se vuelven muy preciados porque, con las nuevas tecnologías, escasean más entre las nuevas generaciones.
Lejos quedó atrás la época de los discman o los walkman; ahora, en la época del streaming y con la gran cantidad de música que se comercializa, es difícil comprar todo lo que se pone a la venta. Pero gracias a las aplicaciones de música, cualquiera puede tener al alcance de su mano todos los temas que desee.
Inmaculada es una melillense que guarda sus discos como un tesoro. “Son mis recuerdos de juventud”, comenta. El aumento en las ventas de los CDs le parece una buena señal, ya que es sinónimo de que la industria sigue en movimiento.
En su opinión, las nuevas tecnologías han traído muchas cosas nuevas, pero también algunas que no lo son tanto. Es cierto que, por un lado, es más cómodo tener toda la música a tu alcance en el teléfono móvil, pero si se te pierde “todo se va al garete”. En cambio, tenerlo en físico colocado en las estanterías y muebles “es muy bonito”.
Asegura que este concepto es algo que las generaciones más mayores sí que tienen más arraigado porque han vivido con ello. Los más jóvenes no suelen concederle el mismo valor. Ya tienen las canciones “por todos lados” y se ha ido un poco esa magia de esperar los discos de los cantantes favoritos.
Y es que el valor sentimental de estos objetos no puede ser sustituido por nada, aunque los teléfonos móviles sean capaces de hacer muchas cosas.
Ángeles es otra melillense que tiene almacenadas cajas y cajas de discos en su casa. “Me da pena tirarlos”, comenta. Son recuerdos de toda su vida y, aunque ya no los usa, no quiere desprenderse de ellos. Sin embargo, cuenta que la mitad de ellos se los ha regalado hace poco a su hija, que se ha comprado un tocadiscos y se ha aficionado a ellos. Las modas van y vienen.
También están quienes los están comprando por pura decoración. Mercedes asegura que cada vez que va a una firma de discos, tiene que llevarlo en físico, como es evidente. Una vez en casa, lo añade a su colección. “Son bonitos, pero al final se deja de utilizar. Con las plataformas de streaming, no hacen falta”, comenta.
Sólo compra discos si le gusta mucho el artista. Ella cree que es de esta forma como se van a seguir manteniendo los CDs –y como ya se está haciendo–, puesto que contra el auge de las nuevas tecnologías es muy difícil competir. “Un CD te limita mucho a escuchar un solo artista o unos pocos. En cambio, de la otra forma, tienes variedad y puedes ir alternando”, apunta.
Sea como sea, una cosa está clara. Y es que por mucho que la tecnología avance no le hace frente a los formatos tradicionales. Aunque haya decenas de plataformas de cine y series, los cinéfilos siguen comprando sus películas favoritas en físico y las añaden a sus estanterías. Lo mismo ocurre con los libros, ya que por muy apañados que sean los e-books, los lectores más fervientes siguen prefiriendo pasar las páginas con sus propias manos y respirar el olor que desprenden. Cosas que ningún aparato electrónico puede sustituir.
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