Hamed controla las colas en Farhana, pero en realidad el trabajo es de su hermano que le ha cedido el puesto.
Hamed es un joven de Farhana. No sabe hablar bien castellano, pero se defiende con gestos. Es uno de los doce hombres que controlan las colas de vehículos que se utilizan para el comercio atípico en la frontera de Farhana. Es un ‘hombre con chaleco’, porque lleva esta prenda en color amarillo y con reflectantes que le distingue del resto de personas que hay en este camino fronterizo.
Pero esta ‘ocupación’ de Hamed es provisional. En realidad su hermano mayor Mohamed es quien tiene este trabajo. Lleva enfermo un mes. Prefiere no contar qué le pasa. Así que mientras que se recupera, Hamed ocupa su puesto en la cola.
Vigila que nadie se salte la fila al sol y respirando los gases de los tubos de escape de coches destartalados que sueltan humo negro sin cesar. Se le ha olvidado el sobrero de paja en casa.
Explica que no tiene otro empleo. Mientras que no le salga algo mejor, continuará en este lugar, en un trabajo heredado por el que le pagan poco, afirma, aunque no dice cuánto.
Familia a la que mantener
Rachid no es un ‘hombre de chaleco’, pero hace unos meses que baja a Farhana y les echa una mano. Se lleva la ‘propina’ que le quieran dar.
Tiene tres hijos y mujer. Lleva en paro cuatro años. No sabe ya de dónde sacar algo de dinero para mantener a su familia. Por eso, un día decidió ir a la carretera de Farhana. Se lleva bien con los otros ‘hombres de chalecos’, así que por la mañana va al cruce con la carretera que va a Mariguari.
Porta un bastón de madera. Es sólo para imponer. No lo utiliza. Pero sí que es duro con sus gestos y con sus palabras con los conductores que se intentan colar.
Mientras que charlaba con El Faro, Rachid ve que un marroquí acelera para meterse en un hueco entre otros coches que llevaban más de una hora de cola. Se enfada y va a por él. Consigue que el vehículo salga de ahí y se vaya al final de la fila. Afirma que debe ser grosero. “Le das la mano y se toman el brazo”, añade.
Junto a la frontera de Farhana está otro Hamed. Resalta que lleva más de cinco meses trabajando en esta cola. Se coloca en mitad de la carretera y allí para a todos los vehículos. Los de su izquierda son los coches de comercio atípico. Los que vienen en el centro son los de Melilla y les da preferencia. De vez en cuando, le pasan un billete, en moneda marroquí, por la ventana y lo guarda en el bolsillo. Cuando llega la COA, intenta hacer espacio y una vez que el autobús se marcha, deja pasar a los ‘comerciantes’. Así cada día desde muy temprano y hasta las 16:00 horas.
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