Este tiempo sagrado para los musulmanes es un mes reflexivo y familiar; y también de alteración de la rutina. Un ama de casa, un político, un taxista y un comerciante cuentan como es su día a día. Cada melillense musulmán tiene una forma diferente de afrontar el Ramadán. Aceptando en todo los casos la religiosidad de esta fecha, que se trata de un mes reflexivo, familiar e incluso intenso, cada persona lo lleva de una manera distinta. Así, para algunos, los primeros días, hasta habituarse al nuevo ritmo en su vida diaria, es la parte más dura del Ramadán. Para otros, por el contrario, son los últimos días, “cuando ya el cuerpo apenas tiene recursos para estar toda una jornada sin ingerir alimentos ni líquidos”.
Tampoco existe una opinión genérica en cuanto a si se lleva mejor el Ramadán en verano o en invierno; y si bien la mayoría de los consultados por El Faro opina que en los meses estivales es más duro y más llevadero cuando coincide con el invierno, “porque los días son más cortos y por tanto son menos horas de ayuno”, hay quienes opinan todo lo contrario, que la de ahora es la mejor época y que “el Ramadán es mucho más duro y difícil de llevar en invierno”.
Sí hay unanimidad cuando se habla de que no es un mes de sacrificio. “Se trata de un elemento más, quizá uno de los más importantes, dentro de nuestra religión, que se realiza sin más, sin darle vueltas ni pensarlo. Se convierte en una especie de rutina que en muchas ocasiones implica a toda la familia, incluso a los más pequeños, aunque éstos no tienen la obligación de seguir este mes sagrado”.
En nuestro reportaje sobre cómo el Ramadán cambia la rutina de la vida diaria, hemos hablado con un taxista, un político, un comerciante y una ama de casa.
Todos coinciden en que es cierto que se modifican algunos hábitos y por supuesto, para unos es más llevadero que para otros.
Karim Mohamed, presidente de la Asociación de Autónomos del Taxi de Melilla, hace una jornada laboral continua durante este mes de Ramadán. “El resto del año paras a medio día y vas a casa a comer. Ahora, trabajas del tirón; en algunos casos desde las 9 de la mañana hasta casi las 9 de la noche, prácticamente para que coincida con la hora de la ruptura”.
Él es uno de los que confiesa que la parte más dura del Ramadán es al final, cuando ya el cuerpo no tiene fuerzas. “Ayer, primer día, me encontré bien toda la jornada, igual que hoy”. Aseguró que estos primeros días “son los más llevaderos aunque son jornadas de choque porque hay que interrumpir los hábitos. Lo peor vendrá con los últimos días. De todas formas, yo prefiero el Ramadán en estas fechas; cuando cae en invierno lo llevo mucho peor”.
Para el socialista Amin Azmani este mes sagrado le ha supuesto modificar algunas cosas “aunque no muchas”. Afirmó que sigue con su rutina diaria de trabajo, en estos días más intensa de lo habitual porque está metido en un proyecto empresarial nuevo. “Se trata de un gimnasio, y como toda iniciativa nueva precisa de un tiempo extra”. Y precisamente esta época es la más propicia, según apuntó, “porque al ser Ramadán hago la jornada continua y no voy a casa a la hora de la comida. Quien diga que en Ramadán no se trabaja está muy equivocado; en la mayoría de los casos es todo lo contrario”.
Señaló igualmente que el Ramadán no es un sacrificio, es “cumplir una rutina, sin olvidar que se trata de un mes reflexivo y familiar”, precisó. Además, comentó que en su caso no es difícil cumplir el ayuno. “La parte más dura de este mes es compatibilizarla con los viajes que tengo que hacer a la península. Pero salvo eso, lo demás es todo normal. Creo que quien verdaderamente lo pasa mal son aquellos trabajadores que están todo el día en la calle”.
Yemel, el propietario del comercio Altobelli, confesó que lo más difícil del Ramadán es renunciar a los hábitos de una persona. En su caso, el estar con los amigos una vez que ha terminado de trabajar. “Normalmente, cuando echo el cierre al negocio y antes de llegar a casa, quedó para tomar algo o para jugar un partido de fútbol. Ahora es más difícil, primero porque las fuerzas no son las mismas y segundo porque estoy en casa para romper el ayuno con la familia”.
Respecto a cómo le afecta el hecho de no comer durante todo el día, aseguró que no tiene problema con ello. “Sólo llevo mal el no poder beber. Soy una persona de ingerir mucha agua. Todos los días caen dos botellas aquí en la tienda, y ahora, con el calor, apetece mucho más. Además, mi trabajo (hablo mucho con los clientes), también demanda mucha agua. No poder beber es sin duda lo que peor llevo”. confesó.
De los cuatro entrevistados, Alamía, ama de casa, es sin duda la persona que más ve modificado su ritmo de vida diario durante Ramadán. “En este mes estás casi todo el tiempo metida en la cocina. Preparas los platos que luego por la noche vamos a comer todos en familia. Y no haces sólo uno; preparas varios”.
En su casa, en esta época, no falta nunca la harera o la chubaquía, platos con los que habitualmente se rompe el ayuno. Pero junto a ellos, otros de carne, pescado, ensalada o fruta. “Hay mucho que preparar. En casa somos siete de familia, aunque siempre hay alguien que se suma. Además, si puedo, ofrezco harera a alguno de mis vecinos no musulmanes, que sé que les gusta”.
El estar siempre entre fogones hace suponer que para ella será más difícil de llevar este mes.
–¿No es una tentación estar en la cocina con tantos platos y no poder comer nada?, preguntamos.
– Pues no –responde ella–. Ya es una costumbre y lo haces por rutina. Sí es cierto que estás más cansada y que realmente lo que quieres es tumbarte y no hacer nada, pero....
–¿Ni siquiera para probarlos de sal?, insistimos.
–Ni siquiera –responde ella de nuevo–. A la hora sentarnos a la mesa pongo un salero y si han quedado sosos pues les echamos sal. De todas formas, son muchos años cocinando y ya tienes tomado el pulso a la cantidad que tienes que servir.
Sí lleva peor no tener tiempo para ella. Se confiesa muy coqueta y el pasar tantas horas en la cocina le resta mucho tiempo para cuidarse. De entrada, ha dejado de acudir al gimnasio. “¿Quien tiene tiempo ni fuerzas para hacer ejercicio con tanto cocinar y sin probar bocado todo el día?”.
Pese a todo, le pone buena cara a esta situación y comenta entre sonrisas que este mes de Ramadán le servirá para perder algunos ‘kilitos’.