Los repartidores de butano de Melilla enviaron una carta el pasado 28 de octubre a la multinacional Atlas S.A. Combustibles y Lubrificantes anunciándole su decisión de no prorrogar el contrato que les une desde hace 24 años y que expira el 31 de diciembre próximo.
Desde septiembre, los repartidores que nos llevan el butano a casa están enfadados con su situación laboral. Hablamos de autónomos vinculados al sector en Melilla desde hace 42 años el que más y 35 años el que menos. No hablamos de aficionados sino de gente curtida y con experiencia.
En septiembre se les pidió paciencia para evitar que el conflicto de los empleados de la limpieza viaria se cruzara con el suyo y tantas protestas juntas dieran la impresión de que esto es un polvorín a punto de estallar. Una vez finalizado el conflicto de la limpieza, los butaneros quieren encontrar una salida a su problema y si no hay salida, abandonar la empresa con la que a día de hoy tienen serios desacuerdos.
Las diferencias entre Atlas y sus trabajadores empezaron en el año 2020, cuando la compañía quiso cambiarles el actual contrato de distribución domiciliaria que tienen por uno de transporte y ellos se negaron. Después se sumó la limitación para hacer pedidos en ruta o de cargar más botellas a partir de las 14:30 horas, lo que supone en la práctica reducción del horario laboral y, por tanto, de los ingresos.
Añaden, además, la obligación de prestar asistencia técnica a los usuarios y de hacer ingresos en el banco.
Pero en el centro del conflicto está lo que la multinacional paga a los repartidores de butano por llevarnos la botella a casa. De esa comisión, tienen que pagar una parte a las gasolineras. Hasta hace poco les salían las cuentas pero con la subida desorbitada de los precios, los números no cuadran.
Los trabajadores aseguran que les abonan una comisión por el reparto de botellas de butano a domicilio de lunes a viernes (dicen que no les permiten repartir los sábados) y de esa comisión, ellos tienen que dar un pellizco a las gasolineras, que también tienen butano a la venta.
Eso no siempre ha sido así, pero ahora funciona de esa manera. Y los repartidores no están contentos. De hecho, denunciaron a las gasolineras en marzo porque quieren que la Inspección compruebe si cumplen con la normativa vigente para poder vender las botellas de butano en sus instalaciones.
Los trabajadores sienten que la empresa les ha ido apretando las tuercas hasta que, según explican, a día de hoy están contra las cuerdas, trabajando con pérdidas. Y eso no puede ser.
Tal y como está el panorama nadie quiere perder dinero. Por eso han decidido rescindir su contrato con Atlas que, por cierto, tiene previsto reunirse hoy con la Ciudad para intentar buscar una solución al problema.
Pero desde la Ciudad sólo se ven como mediadores en un conflicto que, básicamente, es entre trabajadores y empresa y que tienen que resolverlo entre ellos. No obstante, la Administración escucha las demandas de unos y otros porque desde Hacienda les dicen que legalmente no puede obligar a la empresa a pagar más de lo que paga a los butaneros.
Sin embargo, los trabajadores consideran que la Ciudad tiene mucha más responsabilidad que la de actuar como mediadora. La Administración se defiende diciendo que no puede prohibir la venta de bombonas en gasolineras porque hay muchos melillenses que por sus horarios de trabajo no pueden hacer uso del servicio de distribución a domicilio y acuden a las estaciones de servicio.
En definitiva, el problema está en un punto muerto y hay que desatascarlo. Hay que buscar una solución que sea buena para todos: para los repartidores, para las gasolineras y para Atlas. Lo contrario atenta contra las propias políticas de empleo de la Ciudad, pero, sobre todo, contra el servicio que se presta a los melillenses. Un servicio que, no hay que olvidar, nos prestaron durante la pandemia. Cuando todos estábamos confinados en casa, los butaneros no pararon de trabajar y ahora no se lo tienen en cuenta.
En esto, la clase política tiene mucha responsabilidad porque es quien adjudica los contratos públicos. En conflictos como éste hay que pedir generosidad a las partes. Si todos caminamos hacia el centro nos encontraremos más rápido que si alguien se parapeta en una esquina. Bastante tenemos los melillenses con todo lo que tenemos encima como para tener que rompernos la cabeza con el butano que, por cierto, cada vez está más caro.
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