Opinión

Que se los lleve quien los trajo

No falla, en cuanto hay desmadre migratorio, España saca la cartera y paga a Marruecos. Sólo entonces, como por arte de magia, desciende la llegada de migrantes a nuestro país. Esta vez, la buena voluntad de Rabat para frenar la llegada de subsaharianos y magrebíes a Canarias nos va a costar casi 8 millones de euros a todos los españoles.

El dinero no llegará contante y sonante a las arcas del Gobierno marroquí porque no nos fiamos de lo que puedan hacer con él. Se lo damos en especies y es por este motivo que la Fundación Internacional para Iberoamérica de Administración Política y Pública acaba de licitar un lote de 130 vehículos con rejilla con destino a la lucha contra la inmigración ilegal en territorio marroquí.

Las islas están viviendo su peor crisis migratoria desde el año 2006 y encima, en medio de la pandemia y con los aeropuertos cerrados, el Gobierno canario ha tenido que acoger y dar de comer a más de 10.000 subsaharianos que han llegado a sus costas en cayucos y pateras. Pero, ojo, también han llegado muchos magrebíes.

Si no supiéramos cómo se cuecen las salsas en Marruecos creeríamos que una chowafa ha dejado ciega, a fuerza de pócimas y brujería, a toda la guardia costera marroquí, que no ha podido ver ni interceptar esas pateras.

Pero como sabemos cómo se las gastan del otro lado de la frontera asumimos dos cosas: que en Rabat están enfadados por algo que ha hecho España y ellos, con su orgullo desmedido, entienden que no se merecen y la segunda es que el Gobierno marroquí ha vuelto a darnos en nuestro punto débil: el control fronterizo.

Ahora encajan mejor en todo este puzzle las multas de la Guardia Civil a los camioneros marroquíes que pretenden entrar a España con más de 200 litros de combustible en el depósito. Si Marruecos hace la vista gorda en la costa, nosotros no vamos a hacerla con sus transportistas. Hay que ver, qué poco sentido de estado tenemos. Pero no seré yo quien se queje por las sanciones en Algeciras.

España debe cumplir y hacer cumplir las leyes que aprueba. Los españoles, aunque no salga en la televisión pública controlada por el Gobierno socialcomunista, estamos viviendo una crisis social terrible. Necesitamos arañar dinero de todas partes porque las arcas públicas se van a resentir con el aumento del paro. Por eso no me explico cómo es que no cobrábamos antes esa tasa a los transportistas. Y ahora nos saldrá alguien por ahí a contarnos que muchos de esos camioneros trabajan para empresas españolas afincadas en Marruecos. Y ahí, tengo que reconocer que me han dado. Vamos a tomarlo, con todo el dolor de nuestras almas, como un daño colateral.

Y justo así, como un daño colateral, entiende Marruecos que el Puerto de Melilla vaya a perder entre 5 y 6 millones de euros este año, mientras el de Beni Enzar crece y va a más. Ayer mismo, El Faro tuvo acceso a imágenes de la llegada a Nador de furgonetas cargadas de mercancías, procedentes de la península. Es una imagen que hasta hace un año era común en nuestra ciudad y que ahora no sabemos si volveremos a ver en la Estación Marítima.

Hemos retrocedido y todo el terreno perdido lo ha ganado Marruecos. Cuando hace unos años ellos hablaban de asfixiarnos económicamente, nos reíamos en su cara. Pues bien, aquella utopía es hoy una realidad. Nuestra ciudad ya puede considerarse oficialmente territorio libre de fardos a la espalda. En su lugar, tenemos un paro galopante. Como decía un mutilado de guerra al libertador de América, Simón Bolívar: “General, ya tenemos la independencia, ahora qué hacemos con ella”.

Tengo la sensación de que estamos paralizados por el pánico. Mientras la mercancía entra y sale de Marruecos, nosotros seguimos sin tener un plan claro de recuperación. Es como si diéramos por sentado que aquí no hay nada que hacer. Nos hemos dado por vencidos. En cualquier momento nos brota un movimiento anexionista, de esos que crecen en lugares oscuros y aprovechan el bajón económico para salir a la luz a proponer lo que llevan años deseando del otro lado de la frontera, que Melilla entierre sus 563 años de españolidad.

Aquí los novatos de la política nos han metido en una caja con chinches y no encuentran cómo acabar con los insectos. Mientras ellos se envuelven en la bandera para cobrar sueldos generosos que no merecen, la ciudad se hunde. Se hunde en nuestras narices. Miren hacia Marruecos. ¿Cómo fue que consiguieron darle la vuelta a la tortilla? Seguramente, pensando. La cabeza no es sólo para llevar pelo. El lobby del profesorado nos está analfabetizando, como diría nuestra insuperable diputada Fatima Kadur. No la tenemos tomada con un color político sino con los responsables de lo que se hunde en esta ciudad: el barco, la sanidad y la frontera. Por Dios, que se los lleve quien los trajo.

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