EL presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, anunció ayer la llegada a Melilla de 50 policías nacionales de refuerzo, tras los incidentes ocurridos el pasado viernes en La Cañada de Hidum.
Según explicó el jefe del Ejecutivo local, las autoridades de Madrid no van a escatimar recursos para proteger a los melillenses de unos incidentes que él califica de “terrorismo callejero” y que compara con la ‘kale borroka’ del País Vasco. “Si hacen falta 150 (agentes) más, habrá 150 más”, dijo.
La llegada de ese medio centenar de policías nacionales a Melilla se suma a los refuerzos materiales que en los últimos días han recibido la Comandancia de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía de la ciudad.
Ayer mismo el delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, presentaba los seis vehículos y los nuevos lectores de documentación que el Ministerio del Interior ha enviado para la frontera de Melilla.
No hay que olvidar que tras la última visita a la ciudad del director general de la Policía, Ignacio Cosidó, el SUP (Sindicato Unificado de Policía) envió fotografías a la prensa de los viejos coches policiales con que los agentes venían trabajando y que, según decía, no había visto Cosidó. Visto lo visto, se ve que sí los vio y tomó buena nota de ello.
Algo ha cambiado en la ciudad en los últimos días. Ahí están para demostrarlo las batidas que la Guardia Civil ha llevado a cabo durante dos días consecutivos en Melilla La Vieja y en las grutas y escondrijos de las escolleras y del puerto donde se ocultan polizones, en su mayoría, menores de edad, para aguardar la oportunidad de colarse en un barco y conseguir llegar a la península.
El propio presidente Imbroda advirtió ayer de que Melilla no se va a cruzar de brazos y que ya se ha puesto en contacto con el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y le ha hecho llegar un escrito solicitándole que interceda ante Marruecos para que el país vecino cumpla con los convenios firmados con España en los años 2007 y 2012 y acepte la devolución de menores no acompañados que cruzan la frontera y quedan bajo la tutela de la Ciudad Autónoma. Si Rabat acepta la repatriación de esos niños, Melilla cortaría de cuajo el efecto llamada.
Pero ésta no es la única reivindicación de Imbroda. El presidente de la Ciudad echa en falta que se modifique la Ley del Menor de manera que los niños que estén bajo la tutela de la Administración no puedan abandonar el centro de acogida cada vez que les venga en ganas.
De nada sirve hacer redadas en los alrededores del puerto y llevar a los menores localizados a La Purísima si al otro día volverán a salir y a esconderse en Melilla La Vieja para intentar colarse de polizón en un barco a la península.
Ésta es la historia que nunca acaba porque tras la modificación de la Ley de Menor, a Melilla también le hace falta que se reforme la Ley de Extranjería. En esas estamos.
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