La llegada del buen tiempo anuncia que la temporada de pateras está a punto de comenzar. En realidad, estas embarcaciones no han dejado de llegar a nuestra ciudad a lo largo de todo el año.
Han alcanzado las costas de Melilla con temporal de viento, con lluvia, de noche, al atardecer, con las primeras luces de la mañana y cuando más aprieta el sol del mediodía.
Ayer llegó la última. Era una barca de madera con 25 inmigrantes en su interior. Alcanzaron la playa de San Lorenzo y allí esperaron a ser conducidos por la Benemérita a las dependencias de la Jefatura Superior de Policía. En este caso, primero fueron trasladados a la Comandancia de la Guardia Civil para su identificación previa antes de ser puestos a disposición de la Policía Nacional con el objetivo de que se les aplicara la Ley de Extranjería.
La escena, que hace sólo un par de años habría hecho correr ríos de tinta, ayer fue contemplada con cierta curiosidad por la multitud de ciudadanos que en ese momento se encontraban en el Paseo Marítimo. Sin embargo, la actitud de la mayoría de los presentes era de hastío, como quien asiste por enésima vez a la proyección de una película que dentro de unos días va a volver a ver.
Esta semana, el presidente Imbroda expuso en Televisión Española la necesidad de ampliar la capacidad del CETI. Se trata de una petición lógica a la vista de cómo se están desarrollando los acontecimientos y de lo que es previsible que ocurra en las próximas semanas y meses. Pero además, es imprescindible acelerar los trámites burocráticos para agilizar los traslados a la península con el fin de que la capacidad de acogida de la ciudad no se vea sobrepasada mientras que el Ministerio decide sobre la demanda del máximo mandatario local y pone en marcha todos los trámites necesarios.
A estas alturas, ya ha quedado totalmente claro que la inmigración no es un problema de Melilla. Ni las causas de estos movimientos de población están en nuestra ciudad, ni aquí es posible poner en marcha soluciones definitivas. Por lo tanto, sólo nos corresponde supervisar y velar en la medida de nuestros medios por la impermeabilidad del vallado fronterizo respetando la legalidad vigente. Al mismo tiempo que los agentes de la Guardia Civil y Policía Nacional llevan a cabo esa labor, deben velar por la seguridad y los derechos de los inmigrantes.
Es evidente que las medidas reales y definitivas contra la inmigración ilegal no llegarán hasta que los ocupantes de las pateras ‘desembarquen’ en Bruselas. Y esto es algo que en primer lugar tienen que entender nuestras autoridades para luego hacerselo comprender al resto de la Unión Europea.