Melilla vivió ayer su quinta jornada consecutiva de presión migratoria. Un día más, cientos de marroquíes intentaron entrar en la ciudad a través de diversos puntos del perímetro siendo rechazados en su mayoría por las Fuerzas y Cuerpo de Seguridad del Estado que están siendo apoyadas por efectivos del Ejército.
Las tentativas se produjeron a lo largo de la tarde y toda la noche y se calcula que unas 70 personas sí lograron entrar en la ciudad.
Las imágenes de todos estos hechos no podremos verlas. Si el pasado miércoles lo medios de comunicación sí pudieron acercarse hasta la zona donde los inmigrantes tanteaban la valla y eran repelidos por los agentes, ayer no fue posible obtener estas imágenes para mostrarlas al público. Se desplegó un cordón de seguridad para impedir que los periodistas pudieran ver lo que estaba sucediendo en la frontera, una actitud por parte de la Delegación de Gobierno que la aleja mucho de la transparencia.
Los momentos que estamos viviendo en Melilla son delicados, y la tensión se respira en la zona cercana a la valla. El recuerdo de lo que ha pasado hace escasos días en Ceuta permanece aún muy reciente y es comprensible que existan recelos y nerviosismo entre los agentes y sus responsables políticos, pero a diferencia de la ciudad hermana, donde la prensa ha podido realizar su trabajo sin ninguna traba, para poder mostrar la gravedad de lo que estaba sucediendo, en Melilla no existe esa libertad.
La noche del pasado miércoles, la presencia de los periodistas cogió por sorpresa a los agentes, que poco pudieron hacer para que no se tomaran las imágenes, y alguno de ellos, llevado por la tensión del momento, descalificó de forma grave a este medio simplemente por estar cumpliendo con su labor.
La libertad de prensa tiene su verdadero valor en situaciones como esta, cuando la situación es delicada y el ciudadano tiene más derecho que nunca a estar informado de lo que ocurre. Nuestro grupo de prensa, formado por El Faro de Melilla y El Faro de Ceuta, es una empresa de comunicación con 87 años de historia y que ha tratado siempre con respeto tanto a la Guardia Civil como las Fuerzas Armadas. Ese es el mismo trato que exigimos hacia nuestros profesionales.
El valor de una democracia se mide en gran medida por la facilidad que tienen sus medios para desarrollar su trabajo, sobre todo en circunstancias excepcionales como la que estamos atravesando. Es ahora cuando hay que demostrar que creemos en las bondades de nuestro sistema de libertades.
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