Se van agotando los calificativos ante las continuas masacres que se van cometiendo en Ucrania, día tras otro, suponiendo a los lectores más que informados, por lo que no vamos a reiterarnos en ello.
Aunque compartimos dolor con la hermana Ucrania, son otro tipo de circunstancias, no letales ni destructivas, las que padece la sociedad española con especial virulencia hacia pensionistas; ‘mileruristas’ o tantos otros con insuficiencias económicas.
Al retirarme de mi profesión decidí optar por vivir en una ciudad con alrededor de 20.000 habitantes, en la cual, con el paso del tiempo, muchos nos acabamos conociendo, lugar además donde la mayoría se saluda con sus “buenos días” al cruzarse con desconocidos en la vía pública.
Predominan en el centro de la ciudad los comercios especializados y en las afueras, las grandes superficies.
Pues bien, en uno de los primeros donde suelo realizar mis compras, bajo el principio de apoyar al pequeño comercio, asistí, y lo comento como hecho anecdótico, quizás ante el ‘penúltimo eslabón’ de la cadena inflacionista que soportamos, observando la visita de un comercial vendedor al propietario del establecimiento, asesorándole sobre la cantidad o porcentaje en que debería incrementar los PVP ante esta galopante inflación. Desconozco si sobre mercancías venideras o sobre las ya existentes, pero el plato se encontraba ya servido.
Al respecto se producen pautas de comportamiento (recuerden el caso del papel higiénico durante la pandemia), y ahora, otra parecida con el referente al aceite de girasol.
Después, suelen llegar las pautas de consumo, aquellas que una vez seleccionado el producto deseado: carne, pescado, conservas, etc., nos conducirá al lugar más económico de adquisición, pero en ambos casos con la maquinaria inflacionista en marcha.
También hemos venido observado durante visitas a varias gasolineras de la zona, los consumos de carburantes del público en general antes y después de la escalada vertiginosa de precios.
En el primer caso, consistía mayoritariamente en que el cliente solicitaba una cantidad, digamos redonda, 20 o 25 euros del carburante elegido, es decir, llevaba la compra meditada de antemano.
A partir del 24 de febrero, fecha de inicio del conflicto bélico, y con la subida de precios casi a diario, se opta por el repostaje a ‘depósito lleno de carburante’, aun sin haber consumido tan siquiera medio depósito, siempre, cara al gozo y algarabía del sistema fiscal; el ‘Establishment’ y la OPEP.
Es posible que en el incremento haya influido tanto el número de medios de transporte observados dedicados al traslado de distintas mercancías, como en el repostaje, la sombra de una eventual huelga parcial anunciada de transporte a la hora de redactar la presente columna.
En consecuencia, parecía imponerse la sabiduría popular: “El miedo guarda la viña”, a tenor de un porvenir incierto e inseguro sobre precios, posibles colas y existencias.
Y de la energía eléctrica, ¡qué les voy a contar¡ Casi forman ejército aquellos protagonistas citados líneas más arriba, los cuales, previa lectura informativa, y a través de esos reducidos papelitos de colores adhesivos, denominados post-it , los distribuyen por lugares estratégicos de sus domicilios, estableciendo el ‘happy hour’ del mejor consumo.
Se ha vuelto ‘topicazo’, para las parejas bien avenidas, la referencia a tardes de fines de semanas, con ‘mantita’, sofá, película y palomitas con el alto coste adicional que rige durante la sobremesa o posteriores horas crepusculares.
Difícil solución jurídica global tiene esta situación, puesto que en el abaratamiento de costes, la UE, o algún grupo de Estados Miembros, tendría papel importante que desempeñar para afinar imaginaciones y evitar el disparatado incremento sufrido.
Da la sensación que la alarma producida por el desmedido ‘rally’ alcista, esa ‘mano invisible’, según la famosa frase de Adam Smith, la cual pregona que “la ley de la oferta y la demanda benefician al conjunto de la sociedad de una manera indirecta”. Pero también existe una gran parte de ese conjunto que estima beneficiada a una determinada porción de dicha sociedad.
Respecto al gas doméstico, su posible incremento viene supervisado por el Gobierno, a través de la Tarifa Último Recurso, y aunque se vea afectado negativamente por el precio de la energía eléctrica, su irrupción en nuestros bolsillos resulta aparentemente más acompasada.
Dejamos para comentar aparte, la inexacta frase de nuestro presidente de gobierno. de culpar a ‘Leviatán Putin’ sobre los incrementos de precios y la consecuente inflación, corregida finalmente por su ministra de Asuntos Económicos.
Probablemente le pasó desapercibida la fecha de inicio del conflicto bélico de Ucrania (24 de febrero de 2022), por lo que la posible incidencia de dicho conflicto en la cifra de inflación (7.6%) debió ser inapreciable.
Como conocen los lectores de este medio, periódicamente contemplamos e informamos sobre la marcha de aquellos indicadores representativos de la frágil economía española, los cuales retomaremos en una próxima toma de contacto con ustedes.
Nuestra economía continúa de UVI en UVI, si me permiten de nuevo la licencia de calificarla, previo a los recientes acontecimientos de una economía semi paralizada, sin capacidad de respuesta y con un gran cansancio estructural.
Dejamos para el final, esa especie de ‘globo sonda’ lanzado por Moncloa sobre una especie de ‘publirreportaje’ para darnos a conocer los quehaceres de un presidente de Gobierno, los cuales tenemos asumidos desde hace tiempo.
Si insiste en continuar con esa idea, no tendremos más remedio que pensar que pueda tratarse de una exaltación o culto a su personalidad, a la que nos tiene acostumbrados y deberíamos entonces entender que prematuramente se da el ‘pistoletazo de salida’ a un inicio equivocado de precampaña electoral.
No tengo nada personal contra el señor Sánchez, excepto con sus socios de gobierno, como ya hemos señalado varias veces.
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