LAS visitas del Defensor del Pueblo sirven para supervisar las instituciones y para ofrecer recomendaciones que ayuden a mejorar su funcionamiento. En los informes que emite se señalan deficiencias, abusos, arbitrariedades, equivocaciones... Son críticas constructivas realizadas por un ente que cuenta con un prestigio social ganado a base de defender una cuota de independencia que es la envidia de otros organismos estatales. Sin embargo, estos dossiers carecen de valor práctico si no son acogidos con la adecuada sensibilidad por parte de sus destinatarios ya que únicamente tienen la fuerza de una recomendación. En el caso de los responsables del centro penitenciario de nuestra ciudad así ha sido. Las indicaciones del Defensor del Pueblo han obtenido la correspondiente respuesta de la dirección. Algunas de las deficiencias han quedado subsanadas, otras esperan la llegada de un mejor momento económico para ponerles remedio. Pero en ambos casos han sido recibidas con el suficiente interés como para pensar que quedarán solucionadas en el menor espacio de tiempo posible. Sólo así adquiere sentido el trabajo que realiza el Defensor del Pueblo.
En ocasiones da la sensación de que una institución como ésta es totalmente ineficaz porque no es útil para poner fin a situaciones injustas o para subsanar las deficiencias. En realidad, el calificativo de ‘ineficaz’ debe ser aplicado a los organismos que no atienden al contenido de sus informes, críticas y recomendaciones, ya que son éstos los encargados de poner manos a la obra para subsanar los problemas. Éste ha sido el caso de los responsables del correcto funcionamiento del Centro Penitenciario de Melilla, que se han ganado el elogio con su respuesta positiva al informe del Defensor del Pueblo y que al mismo tiempo han contribuido a reforzar el valor de esta institución.