Las tómbolas son uno de los indispensables en las ferias, al igual que las manzanas de caramelo, los cacharros o los deliciosos buñuelos.
En la Feria de Melilla no podía faltar la suya. El sonido habitual de las rifas, llamando a participar a la gente y el canto de los números, o la estampa habitual de los cientos de cartones usados que cubren el suelo son una de las imágenes mentales que cualquier persona tiene de estos puestos.
La gente se acerca con ganas de jugar, incitada por los atractivos precios, pero siempre se juega más de una vez. Los premios son diversos y para todos los gustos, desde los más simples y baratos (peluches, tostadoras, radios...) hasta los más caros y codiciados, como las lavadoras, las televisiones, bicicletas o las consolas.
La mayoría de los que juegan son habituales; cada año no pueden evitar ir y probar suerte cada día de la feria. Algunos consiguen llevarse premios, son los más afortunados. Sin embargo, son muchos más los que no tienen a la suerte de su lado y vuelven a casa con las manos vacías.
Pablo es uno de los melillenses que cada año se acerca a jugar a la tómbola un par de días. Comenta que ya es una tradición de la Feria y que venía de pequeño con su padre, así que continúa haciéndolo hoy en día.
Sin embargo, lo hace más por el recuerdo y la diversión, porque en todos estos años que lleva participando ha sido en “contadas” ocasiones en las que ha conseguido ganar algo.
La suerte no está de su lado, comenta. “Hay algunos que nacen con estrella y otros estrellados”, bromea. Si le ha tocado algo, casi siempre ha sido algún peluche y un año que le tocó un aspirador.
Envidia a la gente que, dice haber comprobado con sus propios ojos, al primer boleto tiene suerte.
Como todo en la vida, los regalos de las tómbolas van cambiando. Con el paso de los años los premios se van actualizando. “Ahora no te toca lo mismo que hace veinte años”, señala Luis.
Sartenes, pelotas de fútbol, secadores, exprimidores o coches teledirigidos siguen siendo perennes después de tantas décadas. Pero ahora los patinetes, las motos, los hornos o los televisores más modernos se encuentran entre los codiciados premios. Luis, por ejemplo, anda detrás de una motito para su hijo. Pero después de varios cartones, no sabe si es mejor que él mismo la compre a seguir probando suerte.
Después de tantos años, junto al resto de puestos de juegos que hay en la Feria, podemos estar seguros que las tómbolas continuarán.
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