Opinión

Las sentadas vecinales de antaño vuelven

QUERIDOS paisanos y paisanas, lo titulo así después de leer hace unos dos o tres días un buen artículo en este mismo Diario, El Faro, referido a que vuelven esas sentadas en los diferentes barrios y calles de nuestra Melilla, motivado por el tremendo calor que nos viene castigando con continuas olas de calor, o bien una muy larga.

Indudablemente sobre este acontecer ya escribí una o dos veces anteriores, pero es bonito volver a recordar aquellos sencillos tiempos de los años 50 y 60 con aquellas sentadas vecinales o familiares, éramos como una gran familia. Mi calle era especial para ello, nada de tráfico ni por arriba ni por abajo, era en cuesta desde unas escaleras hasta el barranco, era la calle F (ahora Río Segura) de mi monte María Cristina tan querido.

Precisamente, mi puerta, casa con el nº 6 de mis queridos padres Carmela y Antonio, era el centro neurálgico de las reuniones, por las tardes era más cosa de las féminas después de cualquier capítulo de aquella radio novelas “lloronas”. En la foto que adjunto se ven muchas de las vecinas de esa calle, desgraciadamente, excepto dos personas todas dejaron de existir (D.E.P.), incluso el más joven que se ve, era un adolescente en la foto, querido hermano de Lola Font, también se ven su madre Antonia, Sus tías Paca y Dolores, su prima Angelita, mi prima Ana Mari (ésta falleció hará 1 año en Navarra con 64). También se ven mi excuñada Loli y mi entonces novia Mati, mi esposa ahora y desde 1974. Esas reuniones y charlas eran una bendición y hermandad entre todas/os los asistentes. Antes de cada sentada, ya se encargaba mi buen padre de regar todo ese lado de acera y algo de la calle, cada vecina/no sacada su silla particular y quien no, se sentaba en el escalón de nuestra casa o en el bordillo de la acera, todo un lujo. De vez en cuando alguien se encargaba de ir a la tienda de Juan y Pepa de la calle de atrás y traía alguna bandejita de aquellos polos artesanales cogidos con palillos o mondadientes de entonces, los anchitos, creo recordar que no existían aún los redondos.

Yo sigo recordando muchos detalles de aquella Melilla de mi corazón como si fuese ayer. En los años 50 era un crío, un chavalillo, chaveilla o chinorri que correteaba por mi querida calle y otras adyacentes, en la adolescencia menudos partidos de fútbol o pelota nos metíamos allí, con ventaja, claro, para los que jugaban para abajo, pero existía el cambio en la media parte, muchos balones al barranco o a las diferentes azoteas vecinales, sin problemas los cogíamos. Menos si caían en la de Rosario y Miguel que se cabreaban mucho y en ocasiones en ese momento se acababa el partido, más tarde nos daba la pelota, si Miguel se echaba la siesta prohibido jugar.

Ya anocheciendo, o de noche éramos más los chavales y más mayores los que nos juntábamos. Victoriano nos deleitaba con sus canciones flamencas imitando pero que muy bien a sus ídolos y los nuestros: Antonio Molina, Angelillo, Mairena, Pepe Pinto, Valderrama, el Mejorano y Farina, menuda voz tenía Victoriano. Todos los oyentes encantados, mientras tanto, los más mayores bajaban a la proximidad del Cine Goya y Panadería de Saura y compraban uno o dos melones y sandías, eran nuestro postre después de cenar en casa. En aquellos tiempos nada de restaurantes, eso quedaba para los más pudientes, como mucho, algunos mediodías o sábados y domingos tarde/noche, alguna cerveza o riojita con aquellas buenas tapas de nuestros bares de la época, más bien años 60 de mi adolescencia y juventud. En los 70 marché destinado a Manresa, el reparto epistolar de cartas me llamó como a tantos otros melillenses.

Bueno, amigos y paisanos aquí lo dejamos amenazando seguir contando aquellos tiempos, pero que los recuerdo con nitidez de ahora mismo. Eso sí añorando y mucho a familiares, vecinos y amigos de aquellos años, especialmente a todos los que marcharon y por desgracia no volverán. Ley de vida.

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