La desinformación es uno de los grandes males de la comunicación que afectan en estos días a millones de personas, fundamentalmente debido a que las redes funcionan como el principal canal para llevar esos bulos hasta los ciudadanos. Por ese motivo, El Faro ha entrevistado al respecto a una catedrática de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, Charo Sádaba, acerca de este nuevo fenómeno, que puede llegar a afectar a la vida cotidiana de una sociedad cada vez más enganchada a medios no suficientemente fiables.
-¿Podría explicar a los lectores de El Faro qué es la desinformación, de qué se trata este fenómeno comunicativo?
-La desinformación es el contenido que, bajo una apariencia informativa y de manera premeditada, incluye uno o varios elementos falsos o tergiversados con la finalidad de generar una percepción falsa en quien lo recibe. Se distingue desinformación de erratas o de noticias que, por error humano o técnico, puedan incluir elementos falsos pero no buscan engañar de manera premeditada.
-Si el ciudadano está desinformado, ¿qué consecuencias tiene en su vida cotidiana?
-En la medida en que la información ayuda a tomar decisiones de carácter social, como a quién votar, afiliarse a un partido, pedir o no una hipoteca, la desinformación hace que se puedan tomar decisiones que no responden a la verdad de las cosas. Esto genera en el ciudadano inquietud, malestar y pérdida de confianza basadas en falsedades. Por lo tanto innecesarias.
-Quien desinforma, ¿lo hace siempre con una clara intención?
-La desinformación sí que implica que hay una intención detrás de quien la promueve. Puede ser ganar unas elecciones o que otro las pierda o, a veces, simplemente, pura diversión.
-En las redes hay más desinformación, parece ser que es un terreno más proclive a ella...
-Las redes permiten que la desinformación vuele a toda velocidad. La tecnología además permite la creación de bulo muy verosímiles como los deep fakes: vídeos o audios donde personas conocidas dicen cosas que nunca dijeron en realidad. Aunque la desinformación ha existido siempre, las redes facilitan que se haya convertido en un elemento cotidiano para la mayor parte de los ciudadanos
-¿Podría poner ejemplos de desinformación?
-Hay muchos bulos circulando en las redes que afectan por ejemplo a la salud. Por ejemplo, circula por las redes un mensaje que afirma que hay desabastecimiento de insulina en las farmacias, algo que es falso y puede provocar inquietud en quienes la necesitan. O contenidos que son estafas como en caso en el que se contaba que unos grandes almacenes vendían unas maletas muy buenas a un precio ridículo.
-¿Qué sería pues la alfabetización digital y cómo la relaciona con la desinformación?
-La desinformación tiene varios actores: quienes la crean con intención, las redes que la difunden y la ciudadanía que la recibe y la consume. Cada actor requiere de unas medidas específicas. En el caso de la ciudadanía, es bueno trabajar en una correcta alfabetización mediática y digital que permita hacer frente a estos contenidos de manera autónoma. La alfabetización mediática y digital capacita a las personas para evaluar de manera crítica los contenidos que recibe, también para elaborar y participar de manera cívica en el entorno mediático actual.
-Los analfabetos digitales se quedan marginados en la sociedad de hoy y por lo tanto, muy susceptibles de ser manipulados.
-Los analfabetos mediáticos y digitales quedan a expensas de todo contenido que circula por las redes. Son particularmente vulnerables y puede llevarles a tomar decisiones erróneas e, incluso, a desarrollar actitudes vitales y ciudadanas que no sean positivas para ellos ni para nadie.
-Al otro extremo de los analfabetos digitales tenemos a los jóvenes que están siempre delante de una pantalla. Los jóvenes, estarían mejor informados con las infinitas posibilidades de que disponen...
-Los jóvenes no están interesados de manera general en la información. Aunque su competencia digital podría parecer mayor, su experiencia vital es limitada, por lo que enfrentados a contenidos falsos, podrían dejarse llevar por la emoción. Son un público especialmente vulnerable.
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