Otra vez hay que dar gracias porque el incendio que se originó en el poblado de chabolas de Palma Santa no causó ningún daño personal. Este Viernes Santo, de nuevo la fortuna estuvo del lado de los inmigrantes, como el pasado 17 de marzo, cuando el fuego también hizo acto de presencia y arrasó a otro puñado de esas infraviviendas hasta dejarlas reducidas a cenizas. Entonces uno de los copropietarios de los terrenos donde se levanta este asentamiento de chabolas manifestó a El Faro que en el juzgado le habían asegurado que el poblado desaparecería “en breve”. Sin embargo, hasta ahora nada parece haber cambiado a pesar de que cada vez que se produce uno de estos sucesos viene a la memoria la trágica muerte de tres inmigrante en otro incendio de hace un año, precisamente por estas mismas fechas (26 de marzo 2011).
La crónica lentitud de la Administración de Justicia hace imposible tomar medidas para desmantelar el poblado. Pero la exasperante dilación de los procesos no debe ser una excusa, sino más bien todo lo contrario, para no emprender acciones políticas y abordar el problema de una vez por todas. En primer lugar, será necesario analizar por qué esos inmigrantes prefieren estar en un poblado de chabolas como el de Palma Santa antes que en las instalaciones del CETI. Es necesario ver qué programa de actividades (formativas, especialmente) se está ofreciendo a estas personas (si se les está ofreciendo alguna) y cuáles son sus preferencias. Y habrá que plantearse si el CETI es viable como un espacio para la estancia “temporal” de inmigrantes o hace falta redefinir sus funciones y asumir que en realidad se trata de un centro de estancia “atemporal”.
Si no se aborda el problema desde sus raíces es probable que algún día, cuando por fin el juzgado de turno diga lo que tenga que decir, el poblado de Palma Santa desaparezca. Pero, sin duda, al poco tiempo las chabolas volverá a echar raíces en ésa o en cualquier otra zona de la ciudad.