Parece que el civismo y las fiestas están reñidos. Todos los inicios de año se producen los mismos incidentes protagonizados por los gamberros de turno que confunden la diversión y la alegría con el destrozo de mobiliario urbano.
Entre las últimas horas del año pasado y las primeras de éste los Bomberos de Melilla tuvieron que acudir a sofocar hasta once incendios que se habían producido en otros tantos contenedores. La reposición de todos ellos supondrá un coste cercano a los 10.000 euros que saldrán de las arcas de la ciudad. Una cantidad que bien podría destinarse a otros menesteres si esta gente se comportara de forma civilizada.
Y la solución no está en poner un guardia en cada contenedor, sino en educar a esa juventud que no sabe discernir entre gamberrada y diversión.
Pero al margen de esta típica y lamentable entrada de año, el 2013, como todos los ejercicios anteriores, arranca con la buena noticia del primer nacimiento en la ciudad, en este caso protagonizado por un varón, que no llegó hasta pasado el medio día del 1 de enero.
Este pasado año se ha roto la tendencia alcista de los últimos ejercicios y se ha producido un descenso de 51 nacimientos en cuanto a los datos de natalidad en la ciudad autónoma con respecto a 2011.
Ante este panorama de crisis, que sigue sin dar tregua y las previsiones para este año que acaba de iniciarse, que no son nada buenas, parece lo más lógico sopesar y muy mucho traer un pequeño al mundo.
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