Es evidente que entre esas avalanchas de inmigrantes irregulares se cuelan también terroristas yihadistas, vamos a decirlo claramente”. El autor de esta escalofriante frase es nuestro ministro del Interior.
Jorge Fernández Díaz la pronunció ayer en París, tras el encuentro que mantuvo con el nuevo comisario europeo de Inmigración Interior y Ciudadanía, el griego Dimitris Avramopoulos. Antes también se había reunido en la capital francesa con el llamado G-6 (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Polonia y España) para hablar de ‘lobos solitarios’ y de la amenaza terrorista.
Ahora ya no son sólo las mafias el argumento para justificar los silencios informativos sobre algunos aspectos de la lucha contra la inmigración ilegal. Desde ayer se suma un nuevo argumento más inquietante y rotundo aún para intentar justificar lo injustificable, otro supuesto motivo para no valorar con la Constitución en la mana algunas actuaciones en la valla, otro estímulo para los defensores de las enseñanzas de Nicolás Maquiavelo, cuya doctrina política recogida en ‘El príncipe’ se resumen en la frase “el fin justifica los medios”.
Si nuestro ministro del Interior está convencido de lo que ayer dijo en París, debe explicar quien es el culpable de que esos terroristas deambulen libremente entre nosotros una vez que han saltado la valla o ha accedido a Melilla por los puestos fronterizos. Cuando Fernández Díaz dice que va a hablar ‘claramente’, debería utilizar esa ‘claridad’ para aclarar por qué no cesa a toda la cúpula de la Comandancia de la Guardia Civil y de la Jefatura Superior de Policía por su supuesta incompetencia, que obliga a los melillenses y ceutíes a vivir con terroristas que no son detectados ni detenidos por los efectivos de las Fuerzas de Seguridad. Hasta ahora, ninguno de los sospechosos de integrar células de captación de yihadistas ni ninguno de los supuestos captados estaba alojado en el CETI.
Las palabras de ayer del ministro hubieran bastado para que todos los ciudadanos de buena fe hiciéramos las maletas y cogiéramos el primer barco o avión para poner tierra o mar por medio. Sin embargo, si leemos entrelíneas las declaraciones que hizo a continuación el ministro, vemos que no hay motivo para la alarma. “Debemos ser conscientes de que todos queremos hacer lo mejor posible, pero hay situaciones en las que es muy difícil conciliar una respuesta que sea satisfactoria para todos, porque hay quien pone el acento en la seguridad, quien lo pone en la libertad...”. Desde luego, no hay ninguna duda de que Fernández Díaz no pone su acento en la libertad.
Si después de esas declaraciones aún tiene ganas de visitarnos el nuevo comisario europeo de Inmigración, Interior y Ciudadanía, podrá contemplar personalmente lo que no se dignó a ver su antecesora en el cargo, la sueca Cecilia Malmström. El ministro le invitó ayer a Avramopoulos a visitar nuestro país y a viajar hasta Melilla y Ceuta. Así podrá enseñarle por dónde entran los inmigrantes yihadistas, tendrá ocasión de identificarlos si visitan el CETI y tal vez nos explique por qué no ha sido detenido ninguno de ellos hasta ahora.
Es muy improbable que las declaraciones de Fernández Díaz hayan pasado desapercibidas en Europa. Si han llegado hasta Melilla, con toda seguridad habrán tenido también algún eco en Londres, donde hasta ayer se celebraba la World Travel Market. Allí, entre más de 5.000 expositores, estaba nuestro viceconsejero de Turismo. A estas horas, si no ha creído al pie de la letra al ministro, ya debe de estar viajando hacia Melilla, si no ha llegado ya. Seguro que Javier Mateo podrá aportar algún dato sobre el impacto que las palabras de Fernández Díaz pueden haber tenido en la imagen de nuestra ciudad, sobre todo si quien las ha escuchado desconoce quién fue Maquiavelo o confunde las enseñanzas de ‘El príncipe’ con la inofensiva visión del mundo que ofrece ‘El principito’, del francés Antoine de Saint-Exupéry .
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