El Parlamento Europeo suele verse por los ciudadanos de a pie como algo bastante lejano, un ente que está ahí, que no se sabe muy bien para qué existe ni cómo puede afectar a la vida cotidiana de las personas. Y no solo ocurre con el Parlamento sino con la práctica totalidad de los órganos de decisión europeos, cuyas resoluciones, sin embargo, nos pillan de lleno en muchas más cuestiones de lo que parece. Cada día son más las competencias que las políticas europeas tienen en el devenir de la ciudadanía, pero eso no hace que exista un vínculo mayor entre la población en general y las instituciones allí en Bruselas.
La desafección que existe con respecto a la política llega a extremos realmente preocupantes cuando se trata de hablar de la Unión Europea. Los íncides de participación en las elecciones de ámbito comunitario son especialmente bajas con respecto a cualquier otra convocatoria. Y si ya no son muy elevadas ni siquiera a nivel autonómico o municipal, qué se puede esperar cuando las instituciones en cuestión están tan lejos incluso geográficamente de Melilla.
No nos damos cuenta pero Europa influye cada vez más en nuestras vidas y en cualquier ámbito de la misma, sobre todo el económico. Es la que fija, por ejemplo, los tipos de interés de nuestras hipotecas a través del Banco Central, que es el que determina el precio del dinero. ¿A quién no le han subido los intereses del préstamo que pidió para comprar su casa en el último año? Pues eso se decide allí aunque repercuta aquí en nuestro monedero de esa manera tan inquietante.
Es la Unión Europea la que determina los fondos que nos llegan,a qué deben ir dirigidos, cómo hay que gastarlos y qué regiones deben verse más o menos favorecidas por esa lluvia de millones. Y es ella la que dice cuáles deben ser las prioridades. A modo de ejemplo cabe citar en ese sentido todo lo relacionado con la descarbonización, el medio ambiente y el cambio climático, entre otras muchas cosas.
Por eso es tan necesario que los ciudadanos se conciencien cada día más de que deben participar en la toma de decisiones europeas a través de su voto. Aunque parezca que no, esos órganos de decisión están más presentes en nuestras vidas de lo que somos capaces de ver porque nos dicen cómo actuar en temas como la inmigración, los transportes, la agricultura y un largo etcétera que debe hacernos reflexionar seriamente sobre lo de quedarnos en casa en las elecciones porque Europa no va con nosotros.
Cierto es que Melilla tiene motivos para sentirse algo discriminada con respecto a Bruselas. La Unión Europea no ha sido capaz de defender los intereses melillenses ante Marruecos como debiera, de lo cual hay que responsabilizar directamente a los grupos parlamentarios mayoritarios, socialistas y populares, que no han solicitado nunca su intervención en favor de nuestra ciudad. Ello, aún cuando es cierto que ha habido algún que otro alto cargo que le paró los pies a Rabat cuando la invasión marroquí de Ceuta en el año 2021 dejando claro tanto esa ciudad como ésta eran territorio español.
Las palabras desde luego son importantes y son gestos a tener muy en cuenta, pero lo que las dos ciudades autónomas necesitan es que se les respalde en cuanto a temas como la reciprocidad en el régimen de viajeros, la reapertura de la aduana comercial o recordarle a las autoridades marroquíes que no pueden poner en cuestión la soberanía de unos territorios que nunca le han pertenecido.
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