Las cuentas que no se hacen

Por un error, el texto de mi artículo de ayer no apareció en la edición impresa de ‘El Faro’, donde se repitió ‘La Diana’ del día anterior, mezclada con el titular, foto y frases destacadas de la finalmente sustraída por esos traviesos duendes de imprenta que, a veces, las menos, logran actuar por su cuenta.

Los lectores, a los que pido disculpas, posiblemente quedarían atónitos con la falta de correspondencia entre el contenido de la letra pequeña y la más destacadas y visibles de esta humilde opinión que, cinco días a la semana, procura trasmitirles una visión analítica de nuestra actualidad local.

Aquellos que tengan interés en leer el texto no publicado, pueden hacerlo en la página web de El Faro, en el enlace https://pruebas.elfarodemelilla.es/etiquetas/la-diana/, donde se recogen tanto ‘La Diana’ de ayer como las anteriormente publicadas desde que reinicié esta nueva etapa periodística dedicada al género de opinión.

Escribir sobre un folio en blanco, al hilo de un devenir social y político, tan confuso y singular como particular es en sí misma la ciudad de Melilla, es tanto un privilegio como un reto diario, además de una forma, en mi caso, de ejercer mi profesión de periodista.

Aquí, en nuestro pequeño universo, donde todos nos conocemos tanto y donde los personalismos y las relaciones personales determinan tantísimo la vida política, la tarea a veces se complica. Pero, como siempre he dicho, jamás he escrito nada que no pensara aunque también es verdad que no escribo todo lo que pienso. El porqué es sencillo. La razón principal es que no se trata de una columna personal en la que verter filias, fobias, caprichos o intereses propios, sino de intentar aportar algo en beneficio de la mejor comprensión de la vida pública de Melilla.

Evidentemente, como en toda opinión, la carga subjetiva es mayor que en otro genero periodístico pero, aún así, no es esta una sección de proclamas personales sino de análisis y reflexiones.

Y en ese marco se sucedía la del día de ayer, en la que a modo de conclusión se exponía, de un lado, la falta de contundencia de la mayoría de los candidatos al presentar medidas específicas para Melilla con las que solucionar problemas locales que, en gran medida o al completo, competen a la Administración del Estado; y, por otro, la falacia de algunas de las propuestas más concretas que olvidan el duro escenario económico al que se enfrentará el Gobierno resultante del 28-A.

Porque frente a las promesas de unos y otros, lo cierto es que la tremenda deuda pública que arrastra este país no deja mucho margen de maniobra sino queremos vernos abocados de nuevo a un rescate como el que logró sortear Rajoy en 2012 a costa de voltear su política, obligarse a subir impuestos, suprimir la extra de Navidad de los funcionarios y requerir de Europa unos 60.000 millones de euros para garantizar nuestro sistema financiero. Vamos, el consabido rescate a los bancos.

La deuda de nuestro país no está salpicada como entonces de titulares diarios sobre la prima de riesgo con la que tanto tuvimos que familiarizarnos en los años duros de la crisis. Afortunadamente, Mariano Rajoy y el PP salvaron la situación con relativo éxito aunque no sin costes para todos (incluidos las expectativas electorales del propio Partido Popular). No obstante, nos libramos de un Gobierno de tecnócratas europeos o de las duras políticas de ajustes que metieron en vereda al gemelo griego de Podemos, haciendo que Tsipras decretara un ‘corralito, bajara las pensiones entre un 30 y un 18%, iniciara multitud de privatizaciones, subiera los impuestos (el IVA hasta el 24%), y aprobara duras reformas laborales junto a otros recortes de todo tipo.

No podemos olvidar de dónde venimos, del terrible agujero que dejó el Gobierno Zapatero, con parte de una deuda oculta de unos 90.000 millones de euros, ni tampoco ignorar la situación actual.

Por eso, cuando leo propuestas que, sobre todo, requieren de inversiones o que realizan promesas de tan poco crédito como el compromiso de crear 5.000 puestos de trabajo “en cada ejercicio presupuestario”, es decir, anualmente, tal cual promete CpM, no sólo me pregunto de dónde vamos a sacar tantos parados para cubrirlos, sino que sinceramente pienso que el partido con más opciones junto al PP de colocar a su candidato en el Congreso, sencillamente nos toma el pelo.

Y esto, con otras palabras y más datos económicos sobre la terrible deuda pública que arrastra España y que se acerca al 100% de PIB actual, fue lo que escribí ayer y hoy me permito resumir porque, como decía en esa frase destacada que sí salió editada, los candidatos, empezando por los nacionales y qué decir de los locales, hablan poco de una situación económica que tras el 28-A marcará la pauta del nuevo Gobierno.

En ese momento post Generales, la gestión ya no podrá pasar por aumentar a golpe de viernes sociales el gasto público, sino por medidas de otro corte que dinamicen una economía para la que la estabilidad política, tanto en el conjunto de España como en Melilla, resulta imprescindible.

Así que, a tres días como estamos de acudir a las urnas, el voto debe emitirse con más cabeza que corazón y apostando por opciones con propuestas creíbles y capacidad de otorgar a nuestro Parlamento la más que necesaria estabilidad.

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