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Las concertinas de Melilla llegan a Europa

El europarlamentario de Izquierda Unida Willy Meyer ha denunciado ante la Comisión Europea la recolocación en la valla de Melilla de la concertina. En su exposición de los hechos ante sus colegas de Bruselas, el político no ha ahorrado críticas para nuestro país. Afirma que “las alambradas con cuchillas se han convertido en la verdadera Marca España”. A continuación, reprocha a los “gobernantes europeos” su hipocresía al llorar la muerte de inmigrantes en Lampedusa y aprobar medidas (la instalación de la concertina) que “les llevan a ella”. Y concluye que por esta falta general de sensibilidad de los “gobernantes europeos” se debe exigir a la Comisión Europea “que sancione esta medida inhumana que acaba de poner en marcha el Gobierno de España”.
Ésa es, en resumidas cuentas, la argumentación de Willy Meyer. No ha considerado oportuno el eurodiputado de Izquierda Unida ofrecer alguna sugerencia sobre cómo abordar el problema de la inmigración en una ciudad aislada y de sólo 12 kilómetros cuadrados como Melilla. No reclama ayuda para atender a los 950 inmigrantes que actualmente hay acogidos en el CETI, cuando esta instalación sólo tiene 480 plazas.
Igualmente, en esta política a golpe de titulares de prensa, el eurodiputado Meyer no ha tenido tiempo de conocer que en la valla fronteriza de Ceuta lleva años instalado un sistema similar y, de momento, nadie ha denunciado lo que él califica como “una vulneración más de los derechos fundamentales de las personas inmigrantes”.
De Willy Meyer y sus colegas eurodiputados se espera algo más que demagogia política, denuncias ante la Comisión Europea e insultos hacia su país. Desde su posición en la Eurocámara tiene la posibilidad de comprobar que la “hipocresía” frente a la inmigración no es exclusiva de los “gobernantes europeos”, como él dice. Si quiere saber hasta dónde llega el cinismo en este grave problema basta con que presente ante sus colegas una proposición para que los subsaharianos que llegan a nuestra ciudad no sólo sean trasladados a la península una vez concluidos los trámites en Melilla, como ocurre ahora. En vez de eso, para comprobar el nivel de la hipocresía de Europa, puede defender que los inmigrantes que entren irregularmente en nuestra ciudad sean distribuidos por cada uno de los países de la UE de forma proporcional a su población y a la extensión de su territorio. Cuando medidas de este tipo, alejadas de la demagogia y la crítica fácil, sean aceptadas, podremos felicitarnos por la inutilidad de unas concertinas que nadie deseamos, pero que la misma Unión Europea obliga a instalar para tratar de impermeabilizar sus fronteras exteriores. El objetivo de la valla de Melilla no es impedir el paso de inmigrantes a nuestra ciudad, sino frenar su llegada a los distintos estados de la UE, como bien sabe el eurodiputado Willy Meyer.

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