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Las caras de Melilla

 

 

Son 32 inmuebles y componen un grupo de 138 caras o rostros humanos. No son todas las que estuvieron, porque en el tiempo del Alminar (11 años) hemos vistos desaparecer al menos 10 de ellas. Su presencia se extiende desde la calle Alta, en Melilla la Vieja o Pueblo, hasta la calle Cataluña, en el barrio del Real, aunque estas son las más comprometidas, y su desaparición es prácticamente segura. Curiosamente, son las más parecidas entre sí, pese a que las de la calle Alta son las más pequeñas de todas, pero parecer proceder de un molde o patrón común. El predominio es de las figuras femeninas, 106, y una presencia testimonial de figuras masculinas, 4. Las caras o rostros infantiles son 28, de los que niños parecen ser 16, frente a 12 figuras niñas. Los rostros de los infantes son de dos tipos, salvo las dos niñas de la calle Millán Astray, que se diferencian claramente del resto y parecen dormir.

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Hay otros grupos de pequeñas figuras (victorias aladas y una divinidad oriental), en las calles Alonso Martín nº 15 y Carlos Ramírez de Arellano nº 13 (9 y 16 respectivamente). No hay figuras completas, salvo los niños colgantes del edificio Melul, en la avenida principal. Todas las caras miran hacia el frente, salvo algunas del edificio de La Reconquista, que miran hacia el Sol poniente y a su lado derecho. Algunas, las que están sobre los portales, parecen realizar una leve inclinación hacia adelante, como saludo o señal de respeto. Suelen estar situadas muy altas, en las columnas de las azoteas, y en las esquinas de los edificios, por lo que muchas no son conocidas.

Además de un motivo ornamental, tienen un valor simbólico, cuyo valor ya nos es desconocido, o en desuso. Es un claro componente del neoclasicismo imperante en las primeras décadas del siglo XX. También aportan un matiz orientalista a las edificaciones. Las hemos visto en Segovia, en Almería, en Palacios Reales, en Catedrales, pero el alto número existente en Melilla, las convierte en algo atractivo. Están hechas de materiales pobres, como el cemento o el yeso. No parece haber ninguna labrada. Muchas están ocultas por el mismo tono de color de la fachada, que las oculta e invisibiliza. Otras están deslucidas por el cableado, y desconocemos si originalmente tuvieron alguna policromía espacial. La ponemos en un primer catálogo, diferenciadas del resto del universo decorativo modernista (monos, dragones, leones, grifos, monstruos). Si estuviesen pintadas en colores distintos del resto de las fachadas, resaltadas, e incluso identificadas, serían uno de los grandes atractivos del modernismo melillense, incluso para los propios ciudadanos, que las desconocen casi en su totalidad.

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