Melilla son 12,5 kilómetros cuadrados en los que convivimos miles de personas. Hace meses que superamos la cifra de 80.000 residentes, a los que debemos sumar los centenares de marroquíes que entran cada día en nuestra ciudad. En medio de esta tremenda presión demográfica viven diversas especies animales protegidas, algunas en peligro de extinción y otras con la catalogación de amenazadas. A eso hay que sumar los distintos proyectos previstos, todos ellos con mayor o menor impacto en el medio ambiente, pero vitales para el progreso de la ciudad.
Encontrar un punto de equilibrio entre desarrollo y ecologismo es muchas veces complicado porque a cada una de las partes le supone renunciar en algo a unas posturas en la que creen firmemente. Quizá en lo único que unos y otros estén de acuerdo sea en que no tiene sentido defender a ultranza posiciones extremas. Probablemente sean conscientes de que están condenados a encontrar un punto de entendimiento. Ocurre con los planes de limpieza de Horcas Coloradas, donde media centena de ejemplares de la lapa de la especie patella ferrugínea hacen que el proyecto esté en espera. Ocurre un hecho similar con la ampliación del puerto, una infraestructura vital para el desarrollo de la economía local. La obra suma a las dificultades económicas y logísticas de un proyecto de esta envergadura, los problemas medioambientales de una colonia de miles de ejemplares de estas lapas asentadas en la escollera noreste del puerto comercial. Por cierto, una estructura totalmente artificial como la que será necesario construir para ganar al mar las 50 hectáreas de la ampliación prevista por la Autoridad Portuaria. El estudio medioambiental encargado a la Universidad de Granada para orientar a los responsables de este proyecto señala esta paradoja. Resulta que la obra puede resultar beneficiosa para las lapas si se hace teniendo en cuenta una serie de indicaciones técnicas en los nuevos bloques que habrá que arrojar al mar.
El proyecto aún está en fase de estudio y necesita luz verde de distintos departamentos para poner en marcha su ejecución. Lo que no admite más tiempo de espera es la situación denunciada por los ecologistas que está teniendo lugar en la carretera de circunvalación. En esa zona, en las proximidades del cementerio musulmán, se está produciendo en las últimas semanas el fallecimiento de numerosas tortugas, lagartos y erizos que mueren atropellados por vehículos que transitan por ese paraje. Además de concienciar a los conductores de la necesidad de circular por la zona con atención para evitar aplastar a estos animales, los responsables de la Consejería de Medio Ambiente deben empezar cuanto antes a tomar medidas para poner fin a la situación. En este caso, no hay tiempo para estudios ni análisis. Hay que actuar.
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