El juez Emilio Lamo de Espinosa pide aclaraciones a la Guardia Civil.
¿Qué mando de la Comandancia acudirá al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 a dar las oportunas explicaciones sobre lo ocurrido el pasado 18 de junio en la frontera? En otra ocasión, en relación al caso de la devolución de los inmigrantes que entraron en coches ‘kamikazes’, el coronel Ambrosio Martín Villaseñor dejó solo al delegado del Gobierno. Ocurrió aquella mañana que estaba citado ante el juez junto a Abdelmalik El Barkani, que ese día fue el único que con valentía para plantarse ante el juez y declarar. El valor no es ya algo que se pueda presuponer en todos los miembros de la Guardia Civil. Algunos, cuando tienen que demostrarlo, quedan en evidencia.
No es previsible, por tanto, que el juez Lamo de Espinosa vea muchos galones por su despacho. Tampoco debe esperar ver a los ‘ideólogos’ ni a los ‘expertos jurídicos’ de Aprogc, aquéllos que defendían que cuando un inmigrante pone un pie en Melilla aún no ha llegado a España. El mismo limbo jurídico en el que supuestamente se encuentran esos inmigrantes descritos en el argumentario de Aprogc es el mismo en el que están ahora los agentes que repelieron la avalancha del pasado 18 de junio.
También será una pérdida de tiempo esperar la llegada de algún responsable del Ministerio del Interior y, mucho menos, de Jorge Fernández Díaz, el ministro que defiende que hay ‘devoluciones en caliente’ porque no se llegan a producir las entradas, el que se pregunta para qué sirve la valla si cuando los inmigrantes se suben a ella ya están en España, el que reunió hace meses un comité de expertos, de los que no se ha vuelto a saber nada, para dar cobertura jurídica a los agentes de la Benemérita.
Todo apunta a que las explicaciones las darán los guardias civiles sin galones que el 18 de junio obedecieron órdenes. Poco pueden esperar estos agentes de los mandos con más responsabilidad en la Comandancia y mucho menos del Ministerio. Tal vez, si la Fiscalía recibe indicaciones del Fiscal General del Estado para intentar apaciguar la investigación y si el juez Lamo de Espinosa no actúa con excesivo celo, todo quede sólo en un susto, en un gran susto que se lo llevan siempre los mismos. O tal vez no. Últimamente los jueces están tomando por costumbre pedir explicaciones y obligarlas a dar a personalidades que nunca se hubieran imaginado que acabarían pasando por el banquillo de los acusados.
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