Desde que se iniciase el conflicto bélico en tierras ucranianas, la República Popular China se ha convertido en un aliado esencial para la Federación de Rusia. Y es que, desde entonces, Pekín ha absorbido parte de las exportaciones de hidrocarburos rusos, mitigando de este modo el fuerte impacto de las sanciones impuestas sobre la economía del país euroasiático. Si bien, Occidente ha instado permanentemente a que China colabore para concluir con la contienda desde el comienzo de la invasión.
Con lo cual, el plan recientemente anunciado por el gigante asiático es observado como un indicativo en ese sentido, invitando a Rusia y Ucrania a concretar un posible acuerdo de paz, ya que la guerra no favorece a nadie.
Pero, lo que a día de hoy más inquieta a China, pasa porque el entorno de seguridad que subyace se descontrole en Eurasia. Es sabido que comparte una extensa frontera con Rusia, pero igualmente con otras repúblicas exsoviéticas cuyo desequilibrio podría perjudicarle gravemente.
Ciertamente, China no tiene ningún interés en la guerra que se desarrolla, pero la reclamada neutralidad que el Partido Comunista ha respaldado desde el principio de la guerra, se hace cada vez más insostenible de aguantar. De hecho, la administración de Xi Jinping (1953-69 años) contempla a Rusia como un contendiente en la primera línea de combate contra el influjo norteamericano. Un estado que en consonancia con Corea del Norte, puede encasillarse como un paria internacional, pero que en el fondo le interesa para una resolución geopolítica conveniente.
Teniendo en cuenta que desde la Guerra Fría (1947-1991) la conexión entre ambos países ha sido ambigua y solapada, cuando Deng Xiaoping (1904-1997) engarzó a China en el mercado mundial y a partir del nuevo milenio se sustentó del mercado ruso para proveerse de géneros tecnológicos. Toda vez, que habiendo transcurrido más de una década, China ya no precisa de Rusia para estos productos y en Pekín son sabedores que su economía no atraviesa por los mejores momentos.
Esta raíz no desenmascara únicamente las sanciones aplicadas, más bien se desenvuelve por complejidades económicas estructurales que ya existían con anterioridad a la invasión de Ucrania (24/II/2022). Por lo tanto, si Rusia no es el socio económico perfecto, a China tampoco le interesa desligarse de Occidente, porque indiscutiblemente es donde se encuentra el impacto económico.
“A día de hoy, Rusia proporciona a China materias primas y energía, mientras que Moscú precisa apremiantemente inversiones y productos de alta tecnología, algunos de ellos para asegurar y reforzar su sistema de armas con el que está combatiendo a Ucrania”
No obstante, China no ha desaprovechado la oportunidad de aprovisionarse de hidrocarburos a costes relativamente bajos, porque tras la irrupción rusa numerosos estados occidentales castigaron a Rusia con rigurosas sanciones, tomando como ejemplos la exclusión de la importación de petróleo o la exportación de productos tecnológicos. Y como no podía ser de otra manera, la frecuencia expansiva de la guerra igualmente alcanzó a China. De una parte, imponiéndole a erigirse en una embarazosa dirección que incluyese a dos actores determinados: uno el asaltante, como Rusia, y otro el arremetido, como Ucrania, con los que reserva significativas relaciones diplomáticas. De otra, preguntándose asimismo para hacer comprender que su principio de no injerencia no constituye un pronunciamiento que inutilizaría aún más los vínculos con Estados Unidos y los estados occidentales que la presionan a que intervenga.
China, culturalmente contraria a las colisiones militares directas, aun tanteando su inmediación estratégica con el Kremlin y su rehúso al engreimiento norteamericano que la intimida a la constante postración, preconiza su hoja de ruta que se encamina por otra trayectoria y que inevitablemente la enreda y encrespa.
La visión oficial china ante la incursión rusa de Ucrania podría recapitularse en la protección de la soberanía e integridad territorial, además de la percepción de la incertidumbre rusa ante el expansionismo militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y una infundada entrada de Ucrania en la Alianza. Sin obviar, la apelación al comedimiento y exploración de una escapatoria diplomática con alcance expreso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Pero, para armonizar, o si acaso, ajustar el entendimiento adecuado con el acometedor (Rusia) y el respaldo con el violentado (Ucrania), esto no es una empresa nada fácil. China se consigna a los principios de su política exterior de los que bajo ningún concepto renuncia. La integridad territorial es un apartado que al igual que la no injerencia en los temas internos, asume su enorme fragilidad en este componente. Tal como se contabiliza en los conflictos acontecidos en Tíbet, Sinkiang, Hong Kong y Taiwán.
Obviamente, el fundamento de una seguridad compartida se sustenta en la regla lógica de que no puede disponerse de manera unilateral, recompensando a unos a costa de otros que, a su vez, salen desfavorecidos. Al mostrar esta realidad, nos recuerda que la política de cerco introducida en el Viejo Continente frente a Rusia, esconde importantes parecidos con la que está reproduciendo Estados Unidos en su contorno más contiguo mediante el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral y hacer más fuertes las alianzas anti-China en el Pacífico Occidental.
Ambos actores, China y Rusia, ni mucho menos han aguardado a la crisis reinante para cimentar una unión más consistente. Las sanciones manejadas en 2014 por la anexión de Crimea a Rusia, a las que le siguieron por las cargadas por Estados Unidos a China desde 2018 en el cuadro de su guerra comercial, han encajonado una correspondencia que intercede por la indagación de una autonomía económica y financiera de cara a los territorios occidentales. Las dos principales parcelas que realzan la sutileza entre ambos estados comprenden la energía y las finanzas.
Ya antes de la invasión, los agentes chinos expresaron su apoyo a las inquietudes fundadas de Moscú con respecto a Ucrania, pero dicho refuerzo no debiera concebirse como el visto bueno a la guerra, sino a una descalificación y reprobación de las políticas expansionistas orientadas por Estados Unidos y la OTAN.
En esta significación por momentos al hilo de lo insostenible, la aproximación se sitúa en la ratificación de sus panoramas geoestratégicos.
A resultas de todo ello, el Ministerio de Asuntos Exteriores de China ha divulgado un instrumento a modo de documento, en el que da a entender su posicionamiento para al menos vislumbrar un resquicio a una solución política a la crisis vivida en Ucrania en doce puntos que literalmente referiré.
“El derecho internacional universalmente reconocido, incluyendo los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, debe ser estrictamente observado. La soberanía, la independencia y la integridad territorial de todos los países deben ser efectivamente defendidas. Todos los países, sean grandes o pequeños, fuertes o débiles, ricos o pobres, son miembros iguales de la comunidad internacional. Todas las partes deben defender conjuntamente las normas básicas que rigen las relaciones internacionales y salvaguardar la equidad y la justicia internacionales. Hay que promover la aplicación igualitaria y uniforme del derecho internacional y rechazar el doble rasero”.
“La seguridad de un país no debe conseguirse a expensas de la de otros. La seguridad de una región no debe lograrse mediante el fortalecimiento o la expansión de los bloques militares. Los intereses y preocupaciones de seguridad legítimos de todos los países deben ser tomados en serio y abordados adecuadamente. No existe una solución simple a un problema complejo”.
“Todas las partes deben, siguiendo el concepto de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible, y teniendo en cuenta la paz y la estabilidad duraderas del mundo, ayudar a forjar una arquitectura de seguridad europea equilibrada, eficaz y sostenible. Todas las partes deben oponerse a la búsqueda de la seguridad de uno mismo a costa de la de los demás, evitar la confrontación entre bloques y trabajar por la paz y la estabilidad del continente euroasiático”.
“El conflicto y la guerra no benefician a nadie. Todas las partes deben mantenerse racionales y actuar con moderación, abstenerse de avivar las llamas y agravar las tensiones, y evitar que la crisis de Ucrania se deteriore aún más o incluso se salga de control. Todas las partes deben apoyar a Rusia y Ucrania a trabajar en la misma dirección y reanudar el diálogo directo lo más pronto posible, para desescalar gradualmente la situación, y en última instancia, alcanzar un alto el fuego integral”.
Cuarto, reanudar las conversaciones por la paz. El diálogo y la negociación son la única solución viable a la crisis de Ucrania
“Todos los esfuerzos conducentes a la solución pacífica de la crisis deben ser alentados y apoyados. La comunidad internacional debe seguir comprometida con el enfoque correcto de promover conversaciones por la paz, ayudar a las partes en conflicto a abrir cuanto antes la puerta a una solución política de la crisis y crear condiciones y plataformas para la reanudación de las negociaciones. China seguirá desempeñando un papel constructivo en este aspecto”.
“Todas las medidas conducentes a aliviar la crisis humanitaria deben ser alentadas y apoyadas. Las operaciones humanitarias han de seguir los principios de neutralidad e imparcialidad y las cuestiones humanitarias no deben ser politizadas”.
“La seguridad de los civiles debe ser efectivamente protegida, y hay que establecer corredores humanitarios para la evacuación de civiles de las zonas de conflicto. Se necesitan esfuerzos para aumentar la asistencia humanitaria a las áreas pertinentes, mejorar las condiciones humanitarias y proporcionar un acceso humanitario rápido, seguro y sin obstáculos, con miras a prevenir una crisis humanitaria de mayor escala. Se debe apoyar a la ONU a desempeñar un papel coordinador en la canalización de la ayuda humanitaria a las zonas de conflicto”.
“Las partes en conflicto deben cumplir estrictamente el derecho internacional humanitario, evitar atacar a civiles o instalaciones civiles, proteger a mujeres, niños y otras víctimas del conflicto y respetar los derechos fundamentales de los prisioneros de guerra. China apoya el intercambio de los prisioneros de guerra entre Rusia y Ucrania, y llama a todas las partes a crear condiciones más favorables para este objetivo”.
“China se opone a los ataques armados contra las centrales nucleares u otras instalaciones nucleares pacíficas, y llama a todas las partes a acatar el derecho internacional, incluyendo la Convención sobre Seguridad Nuclear (CSN), y evitar resueltamente accidentes nucleares provocados por el hombre. China apoya al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) a desempeñar un papel constructivo en la promoción de la seguridad tecnológica y física de las instalaciones nucleares pacíficas”.
“Las armas nucleares no deben ser utilizadas y las guerras nucleares no deben ser libradas. Hay que oponerse al uso o a la amenaza del uso de las armas nucleares. Hay que prevenir la proliferación nuclear y evitar las crisis nucleares”.
“China se opone a la investigación, el desarrollo y el uso de armas químicas y biológicas por parte de cualquier país y bajo cualquier circunstancia”.
“Todas las partes deben aplicar plena y eficazmente y de forma equilibrada la iniciativa de cereales del mar firmada por Rusia, Turquía, Ucrania y la ONU, y apoyar a la ONU a desempeñar un papel importante al respecto. La iniciativa de cooperación sobre seguridad alimentaria global propuesta por China ofrece una solución factible a la crisis alimentaria mundial”.
“Las sanciones unilaterales y la máxima presión no pueden resolver la cuestión, y sólo crean nuevos problemas. China se opone a las sanciones unilaterales no autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU”.
“Los países concernientes deben dejar de abusar de las sanciones unilaterales y de la jurisdicción de brazo largo contra otros países, con vistas a hacer sus aportes por la desescalada de la crisis de Ucrania y crear condiciones para el crecimiento económico de los países en desarrollo y la mejora de la vida de sus pueblos”.
“Todas las partes deben defender efectivamente el existente sistema económico mundial y oponerse a usar la economía mundial como una herramienta o arma para fines políticos. Se necesitan esfuerzos conjuntos para mitigar los efectos de desbordamiento de la crisis, y evitar la perturbación en la cooperación internacional en energía, finanzas, comercio de alimentos y transporte, así como la socavación de la recuperación económica mundial”.
“La comunidad internacional debe tomar medidas para apoyar la reconstrucción post-conflicto en las zonas de conflicto. China está dispuesta a proporcionar asistencia y desempeñar un papel constructivo en este aspecto”.
En otras palabras, cada una de estas materias se resumen brevemente en la deferencia a “la soberanía de todos los países y a su integridad territorial”; rechazo a “la mentalidad de Guerra Fría y el respeto a las legítimas preocupaciones de seguridad de los países”, algo en lo que Pekín ha reincidido desde que se inició la invasión en relación a Rusia; un alto el fuego y el llamamiento a la “moderación para evitar que la situación se salga de control”; el preámbulo de conversaciones de paz, ya que “el diálogo y la negociación son la única salida viable para resolver la crisis”.
“La política de cerco introducida en el Viejo Continente frente a Rusia, esconde importantes parecidos con la que está reproduciendo Estados Unidos en su contorno más contiguo mediante el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral y hacer más fuertes las alianzas anti-China en el Pacífico Occidental”
Asimismo, la resolución de la crisis humanitaria “protegiendo eficazmente la seguridad de los civiles y el establecimiento de corredores humanitarios para su evacuación de las zonas de guerra”; la confirmación del “intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania y el cese de ataques a instalaciones civiles”; la tutela de la seguridad de las centrales nucleares y la finalización de “los ataques armados contra plantas de energía nuclear”; la “reducción de los riesgos estratégicos” que contiene una entonación en que “una guerra nuclear no se debe y no se puede librar”.
De la misma manera, el patrocinio del transporte de cereales en la que las Naciones Unidas han de “desempeñar un papel importante”; la conclusión inmediata de las “sanciones unilaterales por no solucionar los problemas, pudiendo incluso crear otros nuevos”, según Pekín, ha declarado desde la apertura de la guerra su total disconformidad a las sanciones contra Moscú; la protección del equilibrio de las cadenas industriales y de suministro, que engloba un requerimiento a todas las partes para que “se opongan a la politización e instrumentalización de la economía mundial”; y por último, el soporte a la restauración de Ucrania tras la guerra, algo a lo que China está decidida a “brindar ayuda”.
En consecuencia, a día de hoy se constata una tendencia cada vez más impetuosa de diplomáticos chinos que estiman que es el momento oportuno de que Pekín, allende a las alocuciones de paz, formalice un plan sensato de mediación con Vladímir Putin (1952-70 años) para que éste suspenda de una vez por todas, la guerra. De realizarlo, valoran, se adquirirían numerosos agrados en Asia, Oriente Próximo, América Latina y África, donde las perspicacias y susceptibilidades sobre el conflicto en Europa no siempre rastrean la línea acertada que discrimina Occidente.
En el caso de que un supuesto empuje de China consiguiese un alto el fuego, se convertiría en un golpe de efecto en la única colisión que verdaderamente le atañe al régimen de Xi Jinping: su Guerra Fría particular con Estados Unidos.
Que el socio político número uno y el paraguas económico de Moscú reclame abiertamente el fin de las hostilidades de Ucrania, aunque no lo diga con estas palabras precisas, es a lo que se refiere cuando insta a un alto el fuego y ayudar a los civiles, así como que se observe la soberanía. Es el vuelco más inmediato por el que ha apostado Pekín como la potencia neutral que podría influir en la guerra.
Aunque ni Europa como Washington se dejan fascinar por el documento pacifista que ahora promociona China, después de pasarse meses solicitando que actuase de algún modo, desde Bruselas, Ursula von der Leyen (1958-64 años), Presidenta de la Comisión Europa, objeta este plan porque a su juicio China habría tomado partido, en correlación a que se halla posicionada de cara a Moscú. Idéntica valoración ha declarado el canciller alemán Olaf Scholz (1958-64 años).
Igualmente el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg (1959-63 años), ha señalado al pie de la letra que “China no tiene mucha credibilidad porque no ha podido condenar la invasión ilegal de Ucrania”. El último en manifestarse ha sido Joe Biden (1942-80 años): “la idea de que China va a negociar el resultado de una guerra que es una guerra totalmente injusta para Ucrania, simplemente no es racional”.
Desde el adversario que comparten Pekín y Moscú, el Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan (1976-46 años), de igual forma ha desechado el ofrecimiento chino puntualizado en doce apartados, porque “debería haber terminado después del primer punto”, donde Pekín llama a “respetar la soberanía de todos los países”, además de acabar con las sanciones no respaldadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia ostenta poder de veto.
Otro plano comparado desde otra panorámica, si acaso, más admitido por el gesto tratado desde Pekín, lo posee uno de los grandes protagonistas de esta guerra. Me refiero al Presidente de Ucrania Volodímir Zelenski (1978-45 años) que textualmente considera: “creo que el hecho de que China haya empezado a hablar de Ucrania no está mal. Pero la pregunta es qué sigue a las palabras. La pregunta está en los pasos y hacia dónde conducirán. Tenemos que creer que no van a proporcionar armas a Rusia y que desean trabajar por la paz, por eso vamos a trabajar con China”.
En definitiva, durante el tiempo transcurrido desde la invasión que ha sobrepasado el aniversario del primer año, Pekín ha procurado estabilizar una coalición cada vez más compacta con el Kremlin, como su socio internacional principal, mientras sostiene su política de defensa categórica de la soberanía de Ucrania.
A decir verdad, los representantes chinos palpan que de ningún modo se han encontrado indiferentes ante el ataque ruso, pero tampoco pueden dejar al margen los intereses con Rusia. Ambos avanzan en el mismo rumbo autócrata frente al orden conducido por Estados Unidos. Si bien, el Kremlin es el socio menor en una relación caprichosa.
Actualmente y más que en ningún otro tiempo, Moscú se sirve mucho más de Pekín que a la inversa. Y China se ha aplicado prudentemente para extraer alguna ganancia de la debilidad de su vecino, acorralado por las sanciones internacionales. Y es que, el comercio bilateral se ensanchó el año pasado un 34,3% espoleado por las empresas chinas que obtuvieron petróleo y carbón con rebaja incluida.
Pero no olvidemos de este escenario por momentos, irresoluto, que Rusia proporciona a China materias primas y energía, mientras que Moscú precisa apremiantemente inversiones y productos de alta tecnología, algunos de ellos para asegurar y reforzar su sistema de armas con el que está combatiendo a Ucrania.
Precisamente, es en esta última de las tesis, donde por activa y por pasiva, Estados Unidos insiste en subrayar la contribución de empresas chinas que ayudan sugestivamente a la base industrial militar o de defensa de Rusia, algo que Pekín contradice sin reservas.
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