l Manola Gutiérrez es la camarera más antigua de la Cofradía de la Soledad. Ella y Ángela Pérez descubren los secretos que se ocultan tras la indumentaria de esta Virgen.
Muchos afirman que es la Señora de Melilla, otros tantos se asombran por la belleza de su rostro y los hay que se sorprenden porque aseguran que siempre escucha sus oraciones. La Soledad saldrá este año, como lleva haciendo desde 1982, por la puerta de la iglesia del Sagrado Corazón, ante la mirada expectante de centenares de melillenses que en silencio la acompañarán durante su estación de penitencia. Pero antes de que la Virgen atraviese el umbral a hombros de decenas de portadores que protagonizarán la complicada maniobra para bajarla por las escaleras, son sus camareras las que habrán pasado horas junto a ella para que muestre su dolor tan deslumbrante como siempre. Manola Gutiérrez y Ángela Pérez son dos de estas mujeres que desde hace décadas se encargan de la laboriosa tarea de vestir a la Virgen y conseguir que a ojos de los que la ven desde la calle todo esté impecable.
La más antigua
Manola es la camarera más antigua de la Cofradía y forma parte de la Junta de Gobierno. A sus 80 años (una edad que nadie podría adivinar a simple vista) sólo hay una cosa para la que no se encuentra con fuerzas, subirse al trono, una vez que han subido a su Virgen, para dar el último retoque. Ella ahora la observa desde abajo, para indicar a las otras como colocarlo todo en su sitio para que cuando La Soledad baile al son del tambor y la oración, nadie pueda adivinar que todo pende de cientos de alfileres.
Esta melillense lleva toda su vida unida a la Cofradía y acompañando a la Virgen en su salida procesional, aunque no fue hasta 1982, año en el que al hermandad volvió a salir a la calle tras el parón de 1974, cuando se convirtió en camarera. Para Manola la Soledad es “lo más grande” que tiene en su vida y lo demuestra en el cuidado de todos los detalles para vestir a su Virgen y en la dulzura y el cariño que se escapa de sus palabras. Pero la tarea que la ocupa no es sencilla ni es invariable. A pesar de los años Manola continúa queriendo que la Señora luzca mejor cada Semana Santa y para ello no duda en apoyarse en los miembros más jóvenes de la hermandad y descubrir a través de internet nuevas técnicas para que el rostrillo (tul que enmarca el rostro de la Virgen) o el manto queden aún mejor que en la ocasión anterior.
Manola fue además la encargada de confeccionar el traje del cincuenta aniversario de La Soledad, uno vestido rojo granate, muy distinto al negro de luto con el que los melillenses acostumbran a ver a su Virgen, con el que la titular de la Cofradía procesionó por las calles de la ciudad al cumplir el medio siglo.
Todos los detalles
Junto a ella otras siete camareras se encargan de que no haya ningún detalle que se escape. Entre ellas se encuentra Ángela Pérez, que comenzó repartiendo túnicas a los cofrades (algo que aún continúa haciendo) y que desde hace años se encarga también de vestir a la Virgen para cada ocasión. Pérez explica que la Soledad cuenta con cuatro trajes, el del aniversario que se confeccionó especialmente para la ocasión, el de hebrea que luce desde el Adviento hasta la Cuaresma, el traje de luto de capilla, que es el que viste en estos momentos y el de paseo, que será el que verán todos los melillenses, si el cielo permite que llegue a la calle el próximo Viernes Santo.
La camarera afirma, al igual que Manola, que es difícil explicar el sentimiento que despierta en ella su Virgen, a la que desde muy joven ha acompañado cada Semana Santa.
Durante varios días Manola, Ángela y el resto de camareras se encargarán del laborioso trabajo de ensalzar la belleza de la talla de la Virgen de la Soledad. “Ellas son las únicas que tienen el privilegio de estar con la Soledad en los momentos de intimidad más absoluta”, señala el Hermano Mayor de la Cofradía.
No obstante, no sólo se trata de sentimiento, la técnica y el trabajo también están muy presentes en la labor de estas mujeres, especialmente en la colocación del rostrillo. Decenas de tiras de tul que se van plegando una a una manualmente y se colocan agarradas con alfileres para que finalmente a los ojos del que observan todo parezca una sola pieza. El mal tiempo es una adversidad que ellas tienen que tener muy en cuenta y es que el hecho de que todo esté perfectamente sujeto será clave para que la Virgen pueda soportar el viento y el movimiento del trono mientras realiza su estación de penitencia.
El momento más emotivo, sin duda, cuando desde la calle estas mujeres vean a su Virgen atravesar la puerta de la parroquia, ahí ya les resultará complicado contener la emoción. Pero antes, cuando las puertas de la iglesia aún están cerradas, Manola asegura que asomarse y ver la respuesta de los melillenses es también un motivo de satisfacción, respeto y responsabilidad, la de de ofrecer la mejor imagen de su Soledad.
El próximo Viernes Santo el trabajo callado, minucioso y discreto de estas mujeres estará en la calle para mostrar, un año más, el esplendor de una de las tristezas más bellas de la Semana Santa melillense, la del rostro de la Virgen de la Soledad.
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