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La UD Melilla ya huele a remontada

Es verdad que es pronto y que apenas hay tiempo que perder. Tan cierto como que parece que el aire fresco que reclamaba el nuevo técnico del conjunto unionista Carlos Granero empieza a surtir efecto.

El cambio de mentalidad también. Solo queda comprobar si todo esto va a tener continuidad. Sobre todo ahora que la escuadra azulina afronta una serie de partidos en los que se medirá a rivales directos en la pelea por la permanencia y ante los que un tropiezo puede resultar fatídico. Que la situación en la que se encuentra el Melilla es harto delicada no se le escapa a nadie. Ya habrá tiempo de analizar los errores cometidos y buscar responsables. Lo que está claro es que ahora se trata de corregir y solventar el mal hecho, y ya se sabe que a grandes males, grandes remedios.
Todo o buena parte de lo que se le negó al técnico anterior, parece que se le va a conceder al nuevo. Algo lógico además. No tenía mucho sentido separar casi de raíz lo deportivo de lo económico y de aquellos polvos estos lodos. Ya sea por desconocimiento o por ignorancia, se tomaron medidas equivocadas que ahora, con la soga al cuello, se trata por todos los medios de corregir. Nunca es tarde si la dicha es buena. Así reza el dicho que todos quieren que se cumpla. Que algo está cambiando es evidente, pero cuidado. Puede ser que Granero no tenga la paciencia de Currás, un hombre que llevaba en el club nueve años si sumamos las etapas de jugador, segundo entrenador y primer técnico.  Un entrenador al que se le acusa (no públicamente) de no exigir las cosas en su momento. Habrá que ver qué dice el preparador gallego cuando toque o si decide hacer como el ex del Real Betis, Pepe Mel, quien en su despedida no quiso hacer referencia a lo que no hizo cuando pudo.
Carlos Granero ha tenido claro desde el principio que el vestuario necesitaba aire fresco, y no se equivocó. Corren otros tiempos. Nada es imposible. Son mensajes acuñados que suelen calar. La llegada del nuevo técnico también ha significado un cambio en el discurso previo a los partidos en las últimas temporadas. De parecer jugar casi siempre contra el Real Madrid o FC Barcelona, hemos pasado al mensaje de que en esta categoría (Segunda B) no hay ningún equipo invencible. Eso ha calado. El equipo se lo creyó y tuvo entre las cuerdas al sexto clasificado del Grupo ante su propia afición. Lástima que algunos contratiempos inesperados impidieran que se consiguiera la tan anhelada victoria. Se estuvo cerca, muy cerca. Este domingo hay que corroborar esa mejoría ante un rival directo como el Villanovense ante el que no vale otra cosa que no sea ganar.
Por si fuera poco la última adquisición unionista, David Cubillas, llegó y besó el santo. El ex del Huracán Valencia enchufó la primera que tuvo. El debut deseado para cualquier jugador. Esperemos que siga la racha.  Las finales no se juegan, se ganan. Es otro mensaje de gran calado en el Planeta Fútbol. De momento la UD Melilla no ha perdido la primera de las dieciocho finales que tenía que disputar desde la llegada de Granero. La afición empieza a ver con esperanza el futuro. Vuelve a ver optimismo. Huele a remontada.

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