La transición que no llega

Casi 24 horas después de que se cerraran las urnas en los cerca de 25.000 colegios electorales habilitados en Cuba este domingo para votar la tercera reforma parcial de la Constitución de 1976, que diseñó Fidel Castro, el Gobierno de Miguel Díaz-Canel ha anunciado la victoria del sí con el 86,8% de apoyos.

La mayoría de los cubanos ratificó una Carta Magna que blinda al Partido Comunista como único legal en el país y le da poderes por encima del Estado.

A nivel económico reconoce la propiedad privada, pero prohíbe la concentración de riqueza e impide que los cubanos que vivimos fuera del país podamos invertir nuestro dinero en la isla.

La victoria del sí era predecible no sólo porque en Cuba se vota con lápiz y no se aceptan observadores internacionales ni independientes sino porque este referéndum no ha tenido ni ha querido aparentar la más mínima higiene democrática.

Una consulta como la que se ha celebrado en Cuba este domingo avergonzaría a cualquier democracia moderna. El mismo día de las elecciones había propaganda política a favor del sí encima de las urnas. El censo electoral definitivo no se conoció hasta el mismo día del referéndum.

Sólo ha sido legal la campaña a favor del sí: salía en el parte del tiempo del telediario; en los autobuses, en los tiques de la compra y hasta en las neveras vacías de los supermercados asolados por la escasez. Los pollos vuelven a estar en fase de extinción en Cuba. No hay carne de cerdo, ni aceite ni pan. La cosa vuelve a estar dura. Cuba le chupa la sangre a Venezuela y Nicolás Maduro está sin sangre. Una cosa lleva a la otra.

Los partidarios del no a la Constitución cubana fueron acosados y detenidos intermitentemente durante toda la campaña electoral. A los más activos se les impidió votar bien a través de arrestos cuando se dirigían el domingo a los colegios electorales o con notificaciones advirtiéndoles de que no podían ejercer su derecho al voto. Así, sin resolución judicial.

A pesar de las presiones, más de 700.000 cubanos, que representan el 9% de los 8,7 millones de ciudadanos convocados a las urnas, marcaron el no.

Eso en España sería un resultado insignificante, pero en un país como Cuba, donde la gente está y se siente vigilada, votar no es poco menos que un suicidio.

El referéndum de este domingo es el primero que se celebra en el país en los últimos 43 años.

Si comparamos las cifras del domingo con las de la consulta que ratificó la Constitución de 1976 notamos muchas diferencias: en aquella ocasión la participación fue del 98% y el 97,7% de los electores votó a favor del sí. Sólo el 1% se decantó por el no.

Con todas sus limitaciones, esta Constitución de 2019 es mejor que la hoja parroquial de 1976. ¿Por qué oponerse más a ésta que a aquella?

Ha habido desgaste. Normal. Sesenta años en el Gobierno tienen que notarse. Pero principalmente porque el castrismo planteó un referendo que iba más allá de ratificar o no el texto constitucional. Buscaba que la gente diera el visto bueno a un sistema político que ha fracasado.

Que a estas alturas de la película, con la isla hundida en la miseria Cuba diga que se pone como meta avanzar hacia la sociedad comunista da mucho miedo.

Llevan 60 años diciendo que están construyendo el socialismo. Eso debe ser algo muy difícil porque todo país que lo intenta termina pasando hambre. Ahí está Venezuela. Uno de las naciones más ricas de América Latina, que hoy atraviesa una crisis humanitaria y un éxodo masivo terribles.

Pues nada. Ya tenemos Constitución en Cuba. Ésta es la tercera reforma parcial que se le hace a la Carta Magna de 1976, después de los retoques de 1992 y 2002.

Todos los cubanos que votaron sí, pero que cada mes van a la oficina de Western Union o a Correos a cobrar la remesa familiar para poder subsistir, son responsables de esta barbaridad.

Yo no voté porque los consulados cubanos sólo permitieron ejercer el derecho al voto a los funcionarios que trabajan para el Gobierno. Al resto nos recomendaron sacarnos un billete de 1.000 euros para ir a votar a La Habana. Nada de voto por correo.

El camino hacia la transición democrática en Cuba se está haciendo largo. En estos momentos ni siquiera se adivina en la distancia.

Raúl Castro lleva tiempo en un segundo plano. Parece que no, pero la gente le echa en falta. Todos se preguntaban el domingo por qué ningún periódico oficialista llevaba la foto del líder del Partido Comunista votando. Todos pensaban lo mismo: la palmó.

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