La teta del chavismo

A lo largo de la historia potencias hegemónicas han utilizado la defensa de los derechos humanos como pretexto para llevar a cabo prácticas injerencistas en estados soberanos.

Pero ni siquiera esa manipulación, en opinión de Peces-Barba, es excusa para prescindir de la idea de la universalidad de los derechos humanos.

Una cosa es que Estados Unidos invada Irak en nombre de unas armas de destrucción masiva que nunca existieron y otra muy distinta que le eche un pulso al Gobierno de Nicolás Maduro, al reconocer como legítimo jefe de Estado interino a Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, tras su autoproclamación de este jueves. También que se niegue a retirar de Caracas a sus diplomáticos, como ha pedido Maduro, al considerar que éste no tiene potestad para decidir nada.

La realidad no es como la cuenta Telesur, pero tampoco como la pintan en España. Venezuela está terriblemente dividida entre quienes están con Maduro, los chavistas, y quienes apoyan a Guaidó, un joven político de 35 años que ha logrado en tiempo récord conciliar los egos y ambiciones de la oposición venezolana y que se ha comprometido a convocar elecciones en el plazo de un mes.

Menos de 24 horas después de su autoproclamación como presidente interino, Guaidó ha conseguido de la Organización de Estados Americanos (OEA) una ayuda humanitaria de 20 millones de dólares para el pueblo venezolano, asfixiado por la escasez de comida; azotado por la delincuencia e inmerso en la mayor ola migratoria de toda su historia.

Nicolás Maduro quiere morir matando. En la tarde de ayer, asociaciones de derechos humanos informaban desde Venezuela de al menos 16 muertos en los enfrentamientos entre los manifestantes antichavistas, la Policía y los paramilitares del régimen.

Rusia ya ha advertido a Estados Unidos de que ni se le ocurra invadir Venezuela. Putin es de los pocos presidentes que ha respaldado a Maduro fuera del círculo rojo de Bolivia, Cuba, Nicaragua, El Salvador, México o Turquía.

España tardó, se lo pensó, pero finalmente el presidente Pedro Sánchez no reconoció la legitimidad de Guaidó. Le apludió por teléfono su compromiso de llamar a las urnas en unas elecciones a las que pueda concurrir la oposición. Su tibieza ha sido fuertemente criticada por PP y Cs, que llevan años apoyando a la oposición cubana y venezolana.

López Obrador no ha cumplido un mes en el Gobierno y ya hay colas para comprar gasolina en México. En contra de las leyes del mercado ha puesto un precio fijo al maíz, los frijoles o la leche con el ánimo de proteger los ingresos de los pequeños productores que tengan hasta 20 hectáreas de tierra. Toda esta música me suena conocida. Tiembla, México.

Por ahí se empieza y se termina como Cuba, que el próximo 24 de febrero celebrará un referéndum para ratificar una Constitución que dice que el Partido Comunista es el único legal en el país y está por encima del Estado. No reconoce la libertad de prensa, de reunión, de asociación ni el pluripartidismo. Tampoco el matrimonio homosexual como defendía Mariela Castro, hija de Raúl Castro, y limita la creación de riqueza. Además niega a los cubanos que viven en el extranjero el derecho al voto o a invertir en su país.

Los venezolanos han aprendido a odiar a los cubanos. Culpan a La Habana de ayudar a Maduro a mantener el control del Ejército y el servicio secreto. Venezuela volverá a desangrarse en manifestaciones callejeras. Maduro dijo ayer que está preparado para aguantar hasta 2025.

Rusia y Estados Unidos vuelven a estar enfrentados. Venezuela le debe dinero a los rusos. En noviembre del año pasado el jefe de la petrolera rusa Rosneft, Igor Sechin, tuvo una seria conversación con Nicolás Maduro en Caracas en la que le afeó el retraso en el envío de crudo venezolano a Moscú en correspondencia con el pago de préstamos pendientes.

Estados Unidos es el primer comprador de petróleo venezolano, por eso ninguna de las sanciones de Trump han afectado a las exportaciones de crudo de la empresa estatal venezolana PDVSA.

Un conflicto diplomático con Rusia aliviaría la presión que hay sobre Trump en medio del ‘shutdown’ (cierre) de su Gobierno o lo que es lo mismo, la paralización de varias instituciones y agencias estatales que tiene sin cobrar a 800.000 funcionarios de todo Estados Unidos desde hace más de un mes, porque los demócratas no quieren aprobar los más de 5.600 millones que Trump quiere para hacer el muro pese a que en campaña electoral dijo que lo iban a pagar México y los mexicanos.

Me temo que la defensa de los derechos humanos en Venezuela es un bendito daño colateral. Lo que se está peleando no es sólo el retorno de Caracas a la democracia. Aquí hay en juego muchísimo petróleo. De la teta de Venezuela chupan Rusia, La Habana, Estados Unidos y todos los corruptos del chavismo. Los que han caído y los que quedan en pie.

Mi corazón está con los venezolanos; con esas madres que en medio de las manifestaciones han perdido a sus hijos. Con los que a esta hora están presos en centros de internamiento de migrantes en Trinidad y Tobago, con los agredido este fin de semana en Ecuador después de sufrir ataques xenófobos en Ibarra. Sufro por ellos. Su dolor es también el mío.

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