Los terremotos han dado tregua a la ciudad de Melilla.
En las conversaciones de barra ya pocos hablan del pánico que sentían cuando veían que la tierra empezaba a moverse bajo sus pies o los problemas que sufrían para conciliar el sueño. Pero las más de 100 víctimas, todas con nombre y apellidos que perdieron sus casas a causa de los seísmos siguen estando ahí. No tienen intención de emigrar ni los recursos para hacerlo. Quieren que la ciudad les ayude no sólo a reconstruir sus viviendas, sino sus vidas. Para que se conozca su problema, en la mañana de ayer, volvieron a manifestarse una vez más en la Plaza España. Quieren que la ciudad sepa por lo que están pasando. Muchas de las familias que han tenido que abandonar sus hogares han sido realojados en hoteles, pero el reloj marca la cuenta atrás. Tarde o tempranoptendrán que abandonar las habitaciones que están ocupando de los hoteles Nacional, Rioja o Melilla Puerto. La solución que se les había planteado desde la Consejería de Bienestar Social es la de buscar una nueva vivienda para que este área se hiciese cargo del coste del alquiler de los primeros seis meses. Una respuesta que, según las familias preguntadas por El Faro, de poco les sirve. “He buscado pisos por toda la ciudad, pero cómo nos van a alquilar una casa, si no tenemos ingresos”, señala Nadia Mohamed. El rostro y las manos de Mohamed Kaduri, cuentan la historia de una vida dura, sin todas esas comodidades que en los hogares con ingresos fijos, por tan impuestos, pensamos naturales. Si antes de tener que abandonar sus hogares, su situación era complicada, ahora lo es más. “Hace unos meses éramos pobres, pero felices, ahora somos pobres y no tenemos vida”, afirma Fatima. “Aunque la inmobiliaria nos dejase ocupar una casa y Bienestar Social pagase los primeros seis meses del alquiler qué ocurriría después?, se pregunta en alto Fikrilia Amakran. Una cuestión que cae como una bomba entre las familias. Pocos se han detenido a pensar qué va a ocurrir en unos meses. Tener una visión a largo plazo es imposible. Viven el día a día en esta burbuja que no tardará en estallar.
Cuando los niños hablan
Los niños y niñas son siempre los más vulnerables cuando ocurre un desastre. Pierden su ropa, juguetes, libros del colegio y sus casas. El impacto psicológico de mantener una apariencia de normalidad en medio del desastre dejará secuelas, pero los dos hijos mayores de Nadia, de 14 y 12 años prefieren asumir ese riesgo. “No quieren que sus compañeros de clase sepan que estamos viviendo en un hotel, les da vergüenza”, cuenta esta madre. No obstante, tienen que desahogarse de alguna forma. Por ello su hijo Zakaria ha escrito una carta a la que este periódico ha tenido acceso y cuyo destinatario es el presidente de la ciudad, Juan José Imbroda. Las reflexiones de un niño de tan solo 12 años pueden llegar a sobrecoger a cualquiera por su madurez y sensatez. ‘Escribo esta carta, porque no me queda otra manera de hacer entender que lo estamos pasando mal’ se lee en las primeras líneas de su escrito. Muchos son tan pequeños que probablemente ni siquiera recuerdan que un día tuvieron una casa de verdad. Han aprendido a entretenerse con una pequeña pelota o cantajuegos. Viendo su práctica con el balón, es evidente que les sobra tiempo para practicar. Este periódico intentó contactar ayer, sin éxito con el consejero de Bienestar Social, Daniel Ventura para contar con su visión sobre el problema de estas familias.