La campaña que hoy termina será recordada como una de las más tensas, aunque tampoco sabría decir si la que más. Son tantos los episodios que han revestido de polémica la batalla política en la Ciudad Autónoma que, con dificultad, vamos a poder superar una década tan horrible como la de los 90, en la que el estreno de nuestra condición de Autonomía acabó salpicado de un largo período de inestabilidad política, tránsfugas por doquier, irrupción del GIL, etc.
“Voten a quien voten, no dejen de acudir en ningún caso a la cita con las urnas. Participen y tampoco dejen de hacerlo a partir del 27 de mayo, porque la política nos atañe a todos, como esta ciudad, sus difíciles retos y nuestro propio futuro colectivo”
Desde entonces hasta ahora hemos vivido bajo lo que periodísticamente llamamos el Gobierno Imbroda, que de la estabilidad institucional ha hecho su principal estandarte, junto a una intensa política de inversiones que han transformado considerablemente la faz de nuestra tierra.
Con Imbroda ha cambiado por completo todo nuestro litoral marítimo de norte a sur, se han creado plazas públicas que ya constituyen obras emblemáticas, se ha realizado la mayor parte de las tareas de recuperación de nuestros recintos históricos y fortificados, y se ha diseñado una nueva Melilla desde su zona centro hasta toda su nueva expansión por el llamado Jardín Melillense, antigua Huerta Salama, Granja Agrícola y demás entorno de la carretera Alfonso XIII.
Cuando se dice que durante estos últimos 19 años de Gobierno se han manejado desde nuestra ‘Casa Grande’ unos 4.000 millones de fondos públicos y que no se ha hecho nada, sencillamente se peca de simplismo y demagogia barata, entre otras razones porque gran parte de ese dinero, tanto en estos últimos 19 años como en los venideros, se destina al pago de las nóminas de la plantilla y empleados públicos laborales, fijos o interinos, que tiene nuestra Ciudad Autónoma y sus sociedades, incluidos por supuesto los cuerpos de Bomberos y Policía Local.
Tampoco se tiene en cuenta el enormísimo gasto, cada vez en mayor medida, que se destina a políticas sociales y que atiende no sólo a numerosas familias en riesgo de exclusión o cerca o por debajo del umbral de la pobreza, sino a menores extranjeros no acompañados, pensionistas y personas de la tercera edad necesitadas de ayuda, así como a programas educativos para niños y jóvenes necesitados de refuerzo escolar o población adulta que también requiere de ciclos formativos o de alfabetización.
Una política social que abarca igualmente plazas públicas o concertadas en las guarderías y escuelas infantiles municipales y privadas, que mantiene una extensa red de nueve ludotecas en los Distritos IV y V donde se concentran los barrios más deprimidos, así como las Escuelas Infantiles municipales que ya existían o de nueva construcción, en todos los casos con personal y gastos corrientes a cargo de nuestras arcas locales.
En realidad, lo que ha hecho el Gobierno Imbroda a través de las inversiones se muestra muy bien en el libro editado por el Partido Popular para esta campaña “Melilla, mirando al futuro”, en el que sobre todo se refleja cómo desde las políticas medioambientales y urbanísticas es posible también crear política social y buscar mayor equilibrio entre los distintos barrios y sectores sociales que conforman nuestra ciudad.
Creo que el libro, de cerca de 300 páginas, ha sido una de las mejores aportaciones de esta campaña, porque además de mostrar, con numerosos datos y fotos espectaculares, la transformación positiva de Melilla en las dos últimas décadas, recoge un registro de cambios históricos que hasta ahora no se había hecho ni reflejado en forma tan compilativa en ninguna otra publicación. Espero que hayan logrado hacerse con un ejemplar, porque es digno de ocupar un lugar en nuestras bibliotecas particulares.
Los melillenses, pasado mañana, estamos llamados a decidir qué queremos a partir del 26 de mayo. Habrá quien se deje llevar por los cantos de sirena de esa extensa Carta a los Reyes Magos que, en el vídeo 3D de Coalición por Melilla, tiene su mejor ejemplo. Sinceramente, con todos mis respetos para los cepemistas, quién puede creerse que desde la Ciudad Autónoma es posible construir un aeropuerto internacional ganando terreno al mar, cinco fabricas de montajes de coches híbridos o eléctricos, amplios parques fotovoltaicos y de energía eólica, y una nueva escuela de formación de Policía Nacional y Guardia Civil, por citar sólo algunos de los macro compromisos de CpM durante la presente campaña. Las ideas podrán ser más o menos discutibles, algunas podrán concitar más consenso, pero realmente ¿alguien puede creer que desde la Ciudad Autónoma puedan llevarse a efecto?, con un presupuesto de unos 280 millones como el de este año, de los que poco más de 91 se destinan a gastos de personal y algo mas de otro centenar a gastos corrientes del conjunto de instalaciones municipales y distintos servicios públicos.
Creo que no estamos para construir castillos en el aire ni para dejarnos engañar por cantos de sirena, tampoco para embelesarnos con propuestas que, aún sonando muy bien, resultan que ya están en marcha y, de hecho, actualmente son de aplicación por parte de la Ciudad Autónoma.
No obstante, ni todo está hecho ni siquiera alguna de esas propuestas que ahora se prometen como novedosas por la oposición, ignorando que ya están en curso –caso por ejemplo de la detección de fugas y renovación de la red de abastecimiento de agua- son ajenas a posibles mejoras ni por supuesto han cubierto el ciclo de los objetivos previstos. La gestión pública es un continuo, que nunca acaba y que siempre exigirá de nuevas iniciativas ante nuevos retos.
A nosotros nos toca decidir quién nos ofrece mayor confianza y solvencia para gestionar nuestros asuntos y, sobre todo, para trabajar por un futuro que, en mi opinión, exige de nuevos planteamientos ante lo que cada vez se perfila de forma más clara como un previsible agotamiento de nuestro comercio transfronterizo. Casi 35 años después de aquella decisión del 86, cuando la entrada de España en el Mercado Común, en la que Melilla apostó por el llamado comercio atípico en detrimento de la industria, principalmente de salazones, que entonces existía, cerrando la puerta a cualquier posible exportación hacia Europa, incluida cualquier manufactura desde nuestro territorio, creo que ha llegado el momento de replantearnos un cambio. Y para eso, sobre todo, necesitamos solvencia y mucho consenso. El mismo que, incomprensiblemente, faltó ayer en el último Pleno de la corporación ya saliente, cuando se sometió a votación la cesión de unos terrenos para la creación de un vivero de empresas tecnológicas, a modo de continuidad del proyecto iniciado hace años con la extensión, a iniciativa del Gobierno Imbroda, del segundo cable de fibra óptica que nos enlaza con la Península y que conecta directamente con el Centro Tecnológico construido al comienzo de la cuesta de la Alcazaba. Un Centro, por cierto, que ya viene actuando como un captador de empresas y emprendedores del sector de las nuevas tecnologías, y que está sirviendo de forma eficaz a la mayor y mejor conexión digital del conjunto de Melilla. Teniendo en cuenta todo lo señalado, es aún más difícil entender cómo solo el PP votó a favor y Ciudadanos, PSOE y CpM optaron por negarle su apoyo.
Con este artículo, me despido hasta pasado el fin de semana que es lo mismo que decir hasta después de unas elecciones decisorias para el futuro de Melilla. Solo les pido, voten a quien voten -yo lo tengo claro y habrá quien lo deduzca de lo que escribo-, que no dejen de acudir en ningún caso a la cita con las urnas. Participen y tampoco dejen de hacerlo a partir del 27 de mayo, porque la política nos atañe a todos, como esta ciudad, sus difíciles retos y nuestro propio futuro colectivo.
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