Una de las principales virtudes del pueblo melillense es su solidaridad. Los ciudadanos en este norte de África pueden presumir de su empatía y su saber estar cuando se necesita la ayuda acumulada de todos. Se ha demostrado en multitud de ocasiones, principalmente en el caso de los migrantes, cuando decenas de personas particulares acudían a darles comida y agua, mantas y ropa cuando aún no existía el CETI y esos jóvenes llegaban exhaustos, sin nada que echarse a la boca.
Otro gran ejemplo fue la oleada de solidaridad con los vecinos de Averroes que perdieron todo en aquel fatídico día de noviembre cuando se rompió el depósito de agua de Cabrerizas. Y así podríamos recorrer la historia de este pueblo poniendo casos de solidaridad sin parangón.
El más reciente de todos fue la colaboración después del llamamiento que hizo Somos Melilla para ayudar a los marroquíes afectados por el terremoto de Marrakech. Lástima, sin embargo, que la ceguera política de las autoridades del régimen alauita no haya permitido que entrara ese chorro de ayuda que se recogió en apenas unos días. Es tal la cerrazón de mente que exhiben sin pudor alguno contra la realidad española de la ciudad, que prefieren quedarse sin tantos y tantos productos necesarios para su población a aceptar que entren por la aduana.
Pero eso no impide a los melillenses ser solidarios. Este domingo pasado se ha vuelto a ver en la carrera del cáncer. Mil personas se inscribieron para participar en la prueba que, además, incluía una caminata, para recaudar fondos que destinar a la investigación de una enfermedad que causa estragos en la sociedad actual. No hay quien pueda decir que no tiene un familiar o conoce a alguien que no sufra o haya sufrido alguna vez de cáncer.
Y en esta ocasión se trataba del cáncer de mama, posiblemente el que tiene un menor porcentaje de fallecimientos gracias a la labor de esos investigadores a los que tanto debemos, profesionales que merecen el reconocimiento de toda la sociedad española. Mal pagados, poco considerados y prácticamente anónimos, son los verdaderos héroes sin capa, los que día a día dedican esfuerzo y talento a combatir la enfermedad y a los que tanto debemos.
Cada día son más las instituciones y organizaciones que se dedican a colaborar en tareas solidarias, en muchos casos para dar visibilidad a enfermedades. Hace poco fueron los guardias civiles quienes lo hicieron para poner sobre la mesa una dolencia, el Alzhéimer, que sigue sin tener cura, una patología terrible, que acaba con el ser del enfermo sin esperanza alguna de recuperación, que borra la memoria y que solo deja el cuerpo de quien fue fundamental en tu vida.
Hay que ponerle un 10, un sobresaliente a los melillenses que sin dudarlo pagan una inscripción con un fin solidario, que salen a la calle a correr o simplemente a caminar por una buena causa. A todos ellos, el agradecimiento más sincero.
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